Este sábado 21 de enero, día en que la Iglesia recuerda a Santa Inés, virgen y mártir romana del siglo III, fueron presentados al Papa Francisco los dos corderos bendecidos en la basílica dedicada a la santa y cuyas lanas servirán para confeccionar los palios de los nuevos arzobispos metropolitanos.
Los pequeños corderos fueron presentados al Pontífice en la mañana de ayer en la Capilla Urbano VIII del Vaticano. Como se sabe, el nombre latino de Santa Inés es "Agnes", asociado a "agnus" que significa cordero. Se le considera patrona de las jóvenes, las novias, las prometidas en matrimonio, de la pureza y de los jardineros; y se le relaciona con los corderos blancos.
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Según informó ayer Radio Vaticana, los palios de los nuevos arzobispos metropolitanos "serán tejidos y cosidos por las monjas de clausura del convento romano de Santa Cecilia con la lana recién esquilada".
El palio tiene la forma de una faja circular que se coloca sobre los hombros y de la cual penden ante el pecho y en la espalda dos tiras rectangulares, todo de lana blanca, destacándose en ella seis o cinco cruces de seda de color negro o rojo, y es usado tanto por el Papa como por los arzobispos.
Es símbolo del obispo que como buen pastor carga al cordero en sus hombros, y también recuerda el Cordero crucificado para la salvación de los hombres, y es un signo de comunión de los arzobispos con la Sede Apostólica.
El rito de la bendición del palio es realizado por el Santo Padre el 29 de junio, en la solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, y seguidamente, son impuestos por los nuncios apostólicos a los arzobispos en sus respectivas sedes.
Santa Inés nació en el siglo III en Roma de padres cristianos pertenecientes a una ilustre familia patricia. Tiene doce años de edad cuando el emperador Diocleciano desencadena una feroz persecución contra los cristianos. El hijo del prefecto de Roma se enamora de ella y amenaza con denunciarla como cristiana si no cede. Ella no niega a Jesús y lo rechaza.
La joven es expuesta desnuda en el Circo Agonale, o bien, el Estadio de Domiciano en las inmediaciones de la actual plaza Navona, y arrojada al fuego, pero sobrevive. Por último, es atravesada con una espada clavada en la garganta y muere, como en aquel tiempo se mataban a los corderos.