En la primera Audiencia General de los miércoles de este 2017, realizada en el Aula Pablo VI del Vaticano, el Papa Francisco reflexionó sobre el sentido del sufrimiento humano y cómo de este y del llanto puede surgir la esperanza.
El Santo Padre señaló que las palabras de consuelo no sirven de nada ante una persona que sufre, salvo que se haga partícipe de su sufrimiento. "Para hablar de esperanza a los desesperados, es necesario compartir su desesperación; para secar una lágrima en la cara del que sufre, es necesario unir al suyo nuestro llanto. Solo así nuestras palabras podrán ser realmente capaces de dar un poco de esperanza", indicó.
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En su catequesis, el Papa quiso centrarse en la figura de Raquel, "que habla de la esperanza vivida en el llanto". Raquel era "la esposa de Jacob y la madre de José y Benjamín, la cual, como relata el Libro del Génesis, muere al dar a luz al segundo de sus hijos".
El Pontífice hizo referencia a las palabras del profeta Jeremías: "¡Escuchen! En Ramá se oyen lamentos, llantos de amargura: es Raquel que llora a sus hijos; ella no quiere ser consolada, porque ya no existen".
"En estos versos –explicó–, Jeremías presenta a esta señora de su pueblo, la gran matriarca de su tribu, en una realidad de dolor y llanto, pero al mismo tiempo con una perspectiva de vida insospechada. Raquel, que en la narración del Génesis muere dando a luz y asume esa muerte para que el hijo que portaba viviera, aparece ahora, sin embargo, representada por el profeta como viva en Ramá, donde se reunían los deportados, y llorando a sus hijos que murieron en el sentido de que se exiliaron; son los hijos que, como ella misma dice, 'ya no existen'".
Por ese motivo, Raquel no quiere ser consolada. "Esta negativa suya expresa la profundidad de su dolor, y la amargura de su llanto. Ante la tragedia de la pérdida de los hijos, una madre no puede aceptar palabras o gestos de consuelo, que son siempre inadecuados, nunca será capaz de paliar el dolor de una herida que no se puede curar. Un dolor proporcional al amor".
El Papa lamentó que "son tantas, también hoy, las madres que lloran, que no se resignan a la pérdida de un hijo, inconsolables delante de una muerte imposible de aceptar. Raquel encarna el dolor de todas las madres del mundo, de todos los tiempos, y las lágrimas de todo ser humano que llora pérdidas irreparables".
El Obispo de Roma enseñó que "este rechazo de Raquel, que no quiere ser consolada, nos enseña también cuánta delicadeza debemos mostrar ante el dolor de los demás".
"Dios, con su delicadeza y con su amor, responde al llanto de Raquel con palabras verdaderas: 'Reprime tus sollozos, ahoga tus lágrimas, porque tu obra recibirá su recompensa –oráculo del Señor– y ellos volverán del país enemigo'".
"Precisamente por el llanto de la madre, hay aún esperanza para los hijos, que volverán a vivir", enseñó el Papa.
"Esta mujer, que había aceptado morir en el momento del parto para que su hijo viviese, con su llanto es ahora principio de vida nueva para los hijos exiliados. Al dolor, al llanto amargo de Raquel, el Señor responde con una promesa que ahora puede ser para ellos motivo de verdadero consuelo: el pueblo podrá regresar del exilio y vivir en la fe, libre, su relación con el Señor. Las lágrimas han generado esperanza".
El Santo Padre explicó el sentido que este relato del Antiguo Testamento tiene en el Nuevo: "Como sabemos, el evangelista Mateo tomó este texto de Jeremías para aplicarlo a la muerte de los inocentes. Un texto que nos sitúa frente a la tragedia de la muerte de seres humanos indefensos, al horror del poder que desprecia y suprime la vida".
"Los niños de Belén murieron por causa de Jesús. Y Él, Cordero inocente, fue a morir, a su vez, por todos. El Hijo de Dios entró en el dolor de los hombres, lo compartió y lo confirmó en la muerte. Su Palabra es, definitivamente, palabra de consuelo, porque nace del llanto", resaltó el Papa.
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- ACI Prensa (@aciprensa) 3 de enero de 2017