El Penitenciario Mayor de la Iglesia, Cardenal Mauro Piacenza, escribió una carta a los sacerdotes confesores en la que señala que "solo los ángeles de Dios" conocen el sacrificio que muchas veces deben hacer para poder atender a los fieles en el confesionario.

"En muchas ocasiones han ofrecido el sacrificio de una espera confiada y orante, 'viviendo' en su confesionarios, vistos solo por los ángeles de Dios, y han ofrecido y rezado por una extensión ilimitada de los corazones, a los que el Señor llama a la conversión y espera con una paciencia tiernísima", dice el Purpurado italiano en su carta a los confesores por el fin del Año de la Misericordia.

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Comentando el don de las indulgencias plenarias que muchos fieles obtuvieron en todo el mundo durante este Jubileo, el Cardenal afirma que "se nos ha permitido vivir un año de especialísima gracia, durante el cual los tesoros de la Iglesia han sido puestos a disposición de nuestro ministerio, para que los pongamos abundantemente a disposición de nuestros fieles en la fe".

Esto, prosigue, "para que se pudieran enriquecer y 'sumergir', estando a disposición de la humanidad entera, para que se conmovieran ante el corazón sacratísimo de Cristo, tan enamorado y apasionado por los hombres, que lo hacen 'mendigarles' que se dejen salvar por su verdad, sus llagas y su amor".

El Penitenciario también agradece al Papa Francisco, "que tiene en sus manos las llaves del Príncipe de los Apóstoles, por haber permitido una efusión de dones celestes tan sobreabundantemente que ha colmado de renovada esperanza una época tan turbulenta y oscura como la nuestra".

El Cardenal Piacenza reitera su agradecimiento a los sacerdotes que "han ofrecido el sacrificio de una escucha siempre atenta, de una palabra paterna, segura y amorosa, para tocar el corazón del penitente, consolarlo y alentarlo, instruirlo, a veces 'sacudiéndolo', y corregirlo afectuosamente, porque también esto exige el mandamiento del amor".

El Purpurado italiano asegura asimismo que "será realmente maravilloso lo que les espera en el cielo al corazón de esos pastores fieles que, a través del ofrecimiento humilde y silencioso de sus propias libertades, han consentido a la infinita libertad de Cristo que, al salvar a tantos hermanos, renovarlos, fortificarlos y edificarlos con confesión tras confesión, también construyen la Jerusalén celeste".

Traducido y adaptado por Walter Sánchez Silva. Publicado originalmente en ACI Stampa.

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