El Papa Francisco narra algunas anécdotas que vivió en la época en la que sirvió como Arzobispo de Buenos Aires, como cuando cada 8 de mayo iba al Santuario de la Virgen de Luján, Patrona de Argentina, y confesaba durante 9 horas a los peregrinos que colmaban el lugar.
El Santo Padre contó estas historias en una conversación con Antonio Spadaro en el libro recopilatorio de sus homilías como Arzobispo de Buenos Aires, presentada hoy en italiano con el título "En tus ojos está mi palabra".
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"En Luján, durante la peregrinación, cuando en dos días llegan 2 millones de personas, se predicaba temprano en la mañana. Yo predicaba a las 7 de la mañana y esa misa estaba llena de gente, y la celebraba después de haber confesado por la noche".
"Yo confesaba desde las 6 hasta las 10 de la noche. Después iba a tomar un bocado. Dormía un poco y después a la 1 de la mañana volvía a la iglesia a confesar hasta las 6. Después la misa. Algunas veces no lograba rezar dos misterios del rosario porque no había tiempo: la fila de gente a veces era continua. ¡Y en la basílica éramos 30 confesores! Escuchaba experiencias de vida", relató el Papa.
Francisco aseguró entonces que "esto prepara a la predicación: escuchar la vida de la gente". "Si no se escucha a la gente, ¿cómo se puede predicar?", cuestionó.
"Recuerdo una vez a un joven. Lo veía andar hacia delante y hacia atrás, por aquí y por allí mientras yo confesaba… él miraba, observaba y en un momento en el que no había nadie en la fila se acercó a mí y me preguntó: '¿Qué se hace aquí?'. Yo le respondí: 'Yo confieso'. Y le pregunté: '¿Nunca te has confesado?'. 'Sí', me respondió, 'cuando hice la Primera Comunión, pero no me acuerdo'. Y ha comenzado a hablar, a hablar, a hablar… ¡y así se ha confesado!".
"Obviamente en mi homilía del día, el encuentro con este chico estuvo presente: no podía hacer como si no lo hubiese encontrado. Me tocó el alma. ¡Son estas experiencias las que te ayudan a predicar!", dijo.
Francisco narró otra anécdota: "era un muchachote". "Tenía unos 23 años y tenía pendientes en las orejas. Se ha sentado y me ha dicho: 'Vengo a buscar una respuesta porque tengo un problema, un problema que me angustia'. Y me ha dicho el problema. No podía más. 'Mi madre está sola, me ha tenido estando soltera y trabaja como empleada doméstica. Yo he estudiado en la escuela técnica y trabajo como operador especializado'. No estaba casado y no me ha hablado de una mujer o de un noviazgo. El problema era otro", reveló el
Papa.
El joven le dijo entonces que "un día no podía más y le he dicho a mi madre: 'tengo este problema'. Mi madre me dijo de venir a Luján a la Virgen porque Ella me diría qué debo hacer. Y antes de venir aquí he estado ante la Virgen y he sentido que debía hacer esto, y esto, y esto…. Y ahora me confieso'. Y así ha abierto su corazón".
Francisco continuó: "al día siguiente, ¿cómo haces para ignorar haber encontrado a este chico? Yo no podía. No podía ignorarlo con el afecto".
Con todo esto, dijo el Papa, lo que quiere decir es que "cuanto más cercano se está a la gente mejor se predica o mejor se acerca la Palabra de Dios a sus vidas. Así llega la Palabra de Dios con una experiencia humana que necesita de esa Palabra".
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- ACI Prensa (@aciprensa) 10 de noviembre de 2016