"Recen por toda esta gente. Recen para que no nos falten los ánimos. Y recen por mí, para que yo sepa estar a la altura del pastor que ellos ahora necesitan", son las palabras del P. Alberto, párroco de Maisí, en la provincia de Guantánamo (Cuba), al relatar en una carta el sufrimiento de la población que en el sur de la isla fue golpeada el 4 de octubre por el huracán Matthew.
#Cuba was hit just as hard... In our thoughts & prayers... #matthew pic.twitter.com/Q1PJc44bp3
- Chantal M. Elie (@chantalmelie) 7 de octubre de 2016
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Como se recuerda, a principios de octubre el huracán Matthew pasó por el caribe ocasionando destrozos en Estados Unidos y Haití –donde dejó más de 900 muertos –, sin embargo, tal como relata el sacerdote, también ocasionó estragos en el sur de Cuba dejando miles de damnificados.
En la carta, a la que tuvo acceso ACI Prensa, el P. Alberto explicó que la región donde trabaja pastoralmente "es una zona eminentemente rural, con casas en su mayoría de madera y techo de teja de zinc o de fibrocemento", y que por tanto no están en la capacidad de soportar huracanes.
En ese sentido, recordó que cuando el huracán estaba por llegar a la isla, y el P. Alberto junto con un seminarista decidieron quedarse en la parroquia. "La iglesia es de teja de zinc, a la cual le sigue una construcción de mampostería que comprende la sacristía, dos habitaciones y una sala pequeña", explicó.
Por su parte, la población "hizo lo que pudo por asegurar sus casas, aunque muchos no se arriesgaron a quedarse en ellas y se fueron a pasar el huracán en casas de mampostería de familiares y vecinos o en cuevas, porque esta es una zona de muchas rocas y abundan las cuevas, y no es la primera vez que la gente se refugia allí para pasar el mal tiempo. En dos de mis pueblos los templos son de mampostería, y allí también se refugió gente".
Conforme pasaban las horas –y ya sin energía eléctrica– la fuerza del viento aumentaba y "el seminarista y yo veíamos impotentes desde las ventanas lo irreversible, cómo fueron cayendo, uno tras otro, todos los árboles de nuestro patio y de los vecinos, algunos de los cuales se desplomaron sobre la despensa y el comedor de Cáritas".
Matthew comenzó a afectar las instalaciones de la parroquia: "volaron los techos de los baños, del portal de la casa y de la tarima. La cocina de Cáritas resistió, en parte porque la aguantó un inmenso árbol de aguacate que le cayó encima"; pero el viento "empezó a llevarse las tejas de la despensa" y a dañar el techo de la cocina y partes de la iglesia.
"Al día siguiente –relató el sacerdote-, parecía que habíamos amanecido en un sitio diferente. Todo estaba devastado, árboles, casas, todo (…). El seminarista y yo nos fuimos a visitar a las personas de la parroquia. Era desolador".
Y aunque la gente estaba agradecida porque no hubo pérdidas humanas, sí quedó angustiada "por el futuro incierto ante todo lo perdido. Bajo la lluvia, aquí y allá, la gente recuperaba trozos de tejas y trataba de remendar los techos, intentando garantizar un sitio mínimamente seco para cocinar y acostarse, sabiendo que dormirían en el suelo o en lo que apareciera, porque sus colchones estaban perdidos en agua".
Indicó que por dos días las carreteras estuvieron interrumpidas y nadie podía pasar; pero ambos pudieron avisar a sus padres que estaban bien "porque mi chofer se fue en bicicleta al otro lado de la parroquia a saber de sus padres y por allá se encontró al obispo tratando de atravesar un puente roto".
"El obispo de Guantánamo quería llegar aquí a toda costa para saber de nosotros, pero el paso era imposible. Mi chofer se lo encontró lleno de fango intentando buscar un paso para el carro. Afortunadamente pudo saber de nosotros y avisar a las familias, y en cuanto se restablecieron los caminos ha venido a vernos", escribió.
En la carta, a la que ACI Prensa tuvo acceso el 13 de octubre, el sacerdote relató que "muchos de mis fieles lo han perdido prácticamente todo" y si bien funcionarios del gobierno han preguntado a la población la cuantía de sus pérdidas, no han traído alimentos. "Hasta hoy –al momento de escribir el texto- la panadería no había logrado encender el horno y no hay pan".
Sin embargo, Cáritas ya se ha movilizado y las distintas diócesis están viendo cómo apoyan. El Arzobispo de La Habana, Mons. Juan García, "ya ha mandado lo que ha podido y dinero para comprar lo indispensable, sobre todo comida", indicó.
En ese sentido, el sacerdote afirmó que "nuestra prioridad ahora es que la gente tenga que comer. Los templos ya se arreglarán en su momento, ahora es necesario garantizar el sustento, porque hay gente que lo ha perdido todo, y si bien la solidaridad de familiares y amigos ha sido muy palpable, las reservas se acaban y aquí la gente no tiene mucho".
El P. Alberto compartió que se siente abrumado, "aunque espero que se me pase pronto porque no hay tiempo para tonterías. Me imagino que es el bloqueo de no saber por dónde empezar. Todo está tan destruido, hay tanta gente afectada y hay tanto que hacer que si me pongo a pensarlo me paralizo".
"Yo intentaré hacer saber de mí en lo posible, pero no puedo prever lo que pasará. Escribo esta crónica confiado en que mañana iré a Baracoa y desde allí podré mandarla, pero no sé cuándo podré volver a conectarme", señaló.
El sacerdote dijo que "este correo y estas crónicas no son para pedir ayuda material, son para contar lo que estamos viviendo, pero como no tendré acceso fácil a los correos y puede que alguien pregunte: ¿puedo hacer algo?, dejo el mail del Obispo de Guantánamo. Se llama Wilfredo Pino y su correo es willyp@obigtmo.co.cu Él es el que está coordinando todo".
"Lo que sí pido es oración", expresó. "Es un momento de incertidumbre y angustia, y hay gente que parece que el ciclón también les ha llevado el alma. Mucha gente se hace la misma pregunta que yo me hago: '¿por dónde empezar? Mucha gente ha encarado el momento con ánimo y está luchando. A otros hay que apuntalarles el espíritu", escribió el P. Alberto.
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- ACI Prensa (@aciprensa) 11 de octubre de 2016