La Jornada de Oración por la paz en Asís que presidió el Papa Francisco, junto a líderes de otras confesiones religiosas para pedir la paz en el mundo, terminó con un encuentro de todos ellos en la Plaza San Francisco de Asís.
"No nos cansamos de repetir que nunca se puede usar el nombre de Dios para justificar la violencia. Sólo la paz es santa y no la guerra", dijo el Santo Padre y añadió: "la oración y la voluntad de colaborar nos comprometen a buscar una paz verdadera, no ilusoria".
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"Hemos venido a Asís como peregrinos en busca de paz. Llevamos dentro de nosotros y ponemos ante Dios las esperanzas y las angustias de muchos pueblos y personas", explicó Francisco.
"Tenemos sed de paz, queremos ser testigos de la paz, tenemos sobre todo necesidad de orar por la paz, porque la paz es un don de Dios y a nosotros nos corresponde invocarla, acogerla y construirla cada día con su ayuda", afirmó.
El Pontífice denunció con fuerza la "enfermedad de la indiferencia". A este respecto, señaló que Dios pide "trabajar por la paz", y lo hace "exhortándonos a afrontar la gran enfermedad de nuestro tiempo: la indiferencia".
"Es un virus que paraliza, que vuelve inertes e insensibles, una enfermedad que ataca el centro mismo de la religiosidad, provocando un nuevo y triste paganismo: el paganismo de la indiferencia".
El Santo Padre afirmó que "no podemos permanecer indiferentes". "Hoy el mundo tiene una ardiente sed de paz. En muchos países se sufre por las guerras, con frecuencia olvidadas, pero que son siempre causa de sufrimiento y de pobreza".
En la ceremonia conclusiva el Pontífice estuvo acompañado del rabino argentino y amigo suyo Abraham, Skorka; el profesor Abbas Shuman, vicepresidente de la Universidad Al-Azhar (Egipto) y Gijun Sugitani, Consejero Supremo de la Escuela Budista Tendai (Japón), entre otros.
En un clima de oración, los participantes escucharon al Arzobispo de Asís, Mons. Domenico Sorrentino, así como al Custodio del Sagrado Convento de Asís, el P. Mauro Gambetti, quienes abrieron la ceremonia con un saludo en el que destacaron la importancia de la paz.
Tras ellos, Andrea Riccardi, fundador y presidente de la Comunidad de San Egidio, presentó el testimonio de una víctima de la guerra en Siria, Tamar Mikalli, quien se vio obligada a huir de Alepo (Siria).
El Papa puso de ejemplo a la situación que se vive en Lesbos (Grecia), donde hace unos meses acudió a un campo de refugiados junto al Patriarca ecuménico Bartolomé. Allí "hemos visto en los ojos de los refugiados el dolor de la guerra, la angustia de pueblos sedientos de paz".
"Pienso en las familias, cuyas vidas han sido alteradas; en los niños, que en su vida sólo han conocido la violencia; en los ancianos, obligados a abandonar sus tierras: todos ellos tienen una gran sed de paz".
Por ello, "no queremos que estas tragedias caigan en el olvido. Juntos deseamos dar voz a los que sufren, a los que no tienen voz y no son escuchados. Ellos saben bien, a menudo mejor que los poderosos, que no hay futuro en la guerra y que la violencia de las armas destruye la alegría de la vida", aseguró Francisco.
El Pontífice también subrayó que "nosotros no tenemos armas", sin embargo, "creemos en la fuerza mansa y humilde de la oración. En esta jornada, la sed de paz se ha transformado en una invocación a Dios, para que cesen las guerras, el terrorismo y la violencia".
"Nuestras tradiciones religiosas son diversas. Pero la diferencia no es para nosotros motivo de conflicto, de polémica o de frío desapego. Hoy no hemos orado los unos contra los otros, como por desgracia ha sucedido algunas veces en la historia".
La última parte de su discurso estuvo centrada en el significado verdadero de la paz: "perdón", "acogida" y "colaboración. "Paz quiere decir perdón que, fruto de la conversión y de la oración, nace de dentro y, en nombre de Dios, hace que se puedan sanar las heridas del pasado", dijo al respecto.
"Paz significa 'acogida', disponibilidad para el diálogo, superación de la cerrazón, que no son estrategias de seguridad, sino puentes sobre el vacío", señaló.
"Paz quiere decir 'colaboración', intercambio vivo y concreto con el otro, que es un don y no un problema, un hermano con quien tratar de construir un mundo mejor".
También "significa 'Educación': una llamada a aprender cada día el difícil arte de la comunión, a adquirir la cultura del encuentro, purificando la conciencia de toda tentación de violencia y de rigidez, contrarias al nombre de Dios y a la dignidad del hombre", manifestó el Pontífice.
Por su parte, Tamar Mikalli, la refugiada siria que dio su testimonio contó cómo "la oración, el único sostén para nosotros". "Resistimos tres años con la esperanza de que la guerra terminaría. Vivimos en la miseria, luego bombardearon la casa de mi familia y al final decidimos salir de Siria y llegamos al Líbano. Nos convertimos en refugiados, junto con miles de sirios. Tuvimos que dejar todo, traje también a mis padres ancianos, jamás habría partido sin ellos".
Los representantes de las distintas confesiones religiosas entregaron el llamado de paz a las próximas generaciones, un grupo de niños que subió hasta el estrado principal y cada uno tomó de sus manos un pergamino cerrado con una rama de olivo como símbolo de la paz.
A continuación los agitaron al ritmo de la música que sonó en ese momento y descendieron para entregárselos a los embajadores y representantes políticos de diversos países.
Por último, se firmó el llamado de paz por los países que se encuentran en conflicto, los recientes ataques terroristas en Francia o los refugiados, al tiempo que encendieron grandes candelabros. El primero en hacerlo fue el Papa y fue seguido del rabino y el resto de miembros de las diversas religiones.
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TEXTO: Discurso del Papa en Asís por la Jornada Mundial de Oración por la paz https://t.co/VUmoAOEvX8
- ACI Prensa (@aciprensa) 20 de septiembre de 2016