"¡Señor, si quieres puedes purificarme!". Así comenzó el Papa Francisco una nueva catequesis sobre la misericordia en la Audiencia General del miércoles.
En la Plaza de San Pedro, Francisco explicó que ésta es la petición de ayuda que un leproso dirige a Jesús. "Este hombre no pide ser sanado solamente, sino ser 'purificado', es decir, resanado integralmente, en el cuerpo, en el corazón".
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"Jesús nos enseña a no tener miedo de tocar al pobre y al excluido, porque Él está en ellos", explicó. De hecho, "tocar al pobre puede purificarnos de la hipocresía y hacernos inquietos por su condición".
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- ACI Prensa (@aciprensa) 22 de junio de 2016
El Papa recordó como la lepra era la peor enfermedad que uno podía tener en aquella época y aquel que la sufría no podía acercarse a nadie ni entrar en el templo. "Lejos de Dios y lejos de los hombres; era triste la vida de estas personas", comentó.
Pero el leproso no se resigna y entra en la ciudad para encontrarse con Jesús a pesar de tenerlo prohibido. "Todo lo que este hombre considerado impuro hace y dice es expresión de su fe. Reconoce la potencia de Jesús, está seguro de que tiene el poder de sanarlo y de que todo depende de su voluntad".
"La súplica del leproso muestra que cuando nos presentamos a Jesús no es necesario hacer largos discursos. Bastan pocas palabras acompañadas de la plena confianza en su omnipotencia y en su bondad".
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El Pontífice agregó que "confiar en la voluntad de Dios significa en efecto dirigirnos a su infinita misericordia". Por eso, el propio Francisco reveló que todas las noches antes de irse a la cama reza diciendo "¡Señor, si quieres puedes purificarme!". "Y rezo cinco Padres Nuestros, uno por cada llaga de Jesús, porque Jesús nos ha purificado con las llagas. Esto lo hago yo pero lo pueden hacer también ustedes en su casa. Y piensen en las llagas de Jesús y decir un Padre Nuestro por cada una, y Jesús nos escucha siempre".
Jesús entonces tocó al leproso y lo curó diciendo "¡quiero, sé purificado!". "Contra las disposiciones de la Ley de Moisés, que prohibía acercarse a un leproso, Jesús le da la mano y lo toca".
"¡Cuántas veces encontramos a un pobre que viene a nuestro encuentro! Podemos ser también generosos, podemos tener compasión, pero normalmente no lo tocamos. Le ofrecemos una moneda, pero evitamos tocarle la mano y olvidamos que es el cuerpo de Cristo".
Jesús entonces pidió al leproso no hablar con nadie e ir directamente al sacerdote y hacer la ofrenda para su purificación.
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Esto enseña que "la gracia que actúa en nosotros no busca sensacionalismo" y "se mueve con discreción y sin clamor". Además, "haciendo verificar oficialmente la curación por los sacerdotes y celebrando un sacrificio expiatorio el leproso es readmitido en la comunidad de los creyentes y en la vida social".
Tras presentarse ante los sacerdotes, el leproso "da testimonio de Jesús y de su autoridad mesiánica", precisó el Papa.
Francisco pidió a los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro pensar en las miserias que posee cada uno. "¡Cuántas veces las cubrimos con la hipocresía de las 'buenas maneras'. Y entonces es necesario estar solos, ponerse de rodillas ante Dios y rezar 'Señor, si quieres, puedes purificarme'".