El Papa Francisco asistió este viernes a la Cumbre de jueces y magistrados reunidos en el Vaticano, contra la trata de seres humanos y el crimen organizado, donde reiteró su llamado a luchar contra estos flagelos y demás nuevas formas de esclavitud, como el trabajo forzado, la prostitución, el tráfico de órganos y el comercio de la droga.
Este evento es organizado por la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales de la Santa Sede y concluye mañana sábado.
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En su discurso, Francisco recordó que tanto él como su predecesor Benedicto XVI han señalado que "estos son verdaderos crímenes de lesa humanidad que deben ser reconocidos como tales por todos los líderes religiosos, políticos y sociales, y plasmados en las leyes nacionales e internacionales".
En ese sentido, destacó que "para la realización de este complejo y delicado proyecto humano y cristiano: liberar la humanidad de las nuevas esclavitudes y del crimen organizado", la Academia cumple su pedido y también se cuenta con el apoyo de las Naciones Unidas. "Hay una mayor conciencia en esto, una fuerte conciencia", señaló.
Francisco también aprovechó la cumbre para reflexionar sobre la labor de los jueces y pedirles que "realicen su vocación y misión esencial, la de establecer la justicia sin la cual no hay ni orden, ni desarrollo sostenible e integral, ni tampoco paz social".
"Uno de los más grandes males sociales del mundo de hoy es la corrupción en todos los niveles, la cual debilita cualquier gobierno, debilita la democracia participativa y la actividad de la justicia", denunció.
"A ustedes, jueces, corresponde hacer justicia, y les pido una especial atención en hacer justicia en el campo de la trata y del tráfico de personas y, frente a esto y al crimen organizado, les pido que se defiendan de caer en la telaraña de las corrupciones", añadió.
El Papa explicó que hacer justicia no es "buscar el castigo por sí mismo, sino que, cuando caben penalidades, que estas sean dadas para la reeducación de los responsables de tal modo que se les pueda abrir una esperanza de reinserción en la sociedad, o sea, no hay pena válida, sin esperanza".
"Una pena clausurada en sí misma, que no dé lugar a la esperanza, es una tortura, no es una pena. En esto yo me baso también para afirmar seriamente la postura de la Iglesia contra la pena de muerte", expresó.
El Pontífice insistió en que los jueces "están llamados a dar esperanza en el hacer la justicia. Desde la viuda que pide justicia insistentemente, hasta las víctimas de hoy, todas ellas alimentan un anhelo de justicia como esperanza de que la injusticia que atraviesa este mundo no sea lo último, no tenga la última palabra".
En ese sentido, dijo que se podría aplicar "la praxis italiana de recuperar los bienes mal habidos de los traficantes y delincuentes para ofrecerlos a la sociedad y, en concreto, para la reinserción de las víctimas".
"La rehabilitación de las víctimas y su reinserción en la sociedad, siempre realmente posible, es el mayor bien que podemos hacer a ellas mismas, a la comunidad y a la paz social. Claro, es duro el trabajo, no termina con la sentencia, termina después procurando que haya un acompañamiento, un crecimiento, una reinserción, una rehabilitación de la víctima y del victimario", indicó.
Antes de concluir, el Santo Padre pidió a jueces, fiscales y académicos "que continúen sus trabajos y realicen, dentro de las propias posibilidades y con la ayuda de la gracia, las felices iniciativas que les honran en servicio de las personas y del bien común. Muchas gracias".