La pequeña Ana de 12 años vivió hace poco un momento inolvidable: visitó a Benedicto XVI junto a su familia para agradecerle sus oraciones para curarse de un cáncer con el que nació.
Era la segunda vez que Ana y su familia viajaron desde Valladolid (España) a la Santa Sede. La primera vez fue en 2012, cuando asistieron a la Audiencia General de los miércoles para pedirle a Benedicto XVI que bendijera a la niña con la esperanza de que se curase. El Papa Emérito lo hizo al final de la catequesis.
Recibe las principales noticias de ACI Prensa por WhatsApp y Telegram
Cada vez es más difícil ver noticias católicas en las redes sociales. Suscríbete a nuestros canales gratuitos hoy:
Ahora, este viaje de agradecimiento ocurrió el 13 de marzo en el monasterio Mater Ecclesiae, donde reside Benedicto XVI.
"Benedicto estaba rezando el rosario. Nos dijeron que teníamos que esperar durante un momento hasta encontrarnos con él. Estábamos muy nerviosos y la espera se nos hizo eterna". Después, "en cuanto nos vio dijo en español: '¡la familia!', y nosotros nos quedamos sorprendidos", cuenta emocionado Juan Carlos Amado, el padre de la niña.
"Yo luego le hablaba en italiano, aunque se me escapaban palabras en español. Él lo entiende perfectamente. Fue encantador. A Ana le cogió de la mano y no la soltó en ningún momento. Ella estaba impresionada".
Juan Carlos recordó cómo "intenté explicar todo, pero casi no me dejó decirle nada porque sabía toda la historia". "Fue muy humilde, porque cuando le di las gracias por su oración hacia nuestra hija. Dijo: 'no, no, yo he sido uno más entre tantos', quitándose importancia en todo momento. Lo dijo con mucha humildad y con una dulzura en su mirada indescriptible".
Durante los más de diez minutos que duró el encuentro, el Papa Emérito "preguntó a las niñas por el colegio y a nosotros nos preguntó de qué parte de España somos". "Fue realmente encantador y él parecía que nos mostraba agradecimiento a nosotros por esa visita", dijo Juan Carlos a ACI Prensa.
Por su parte Ana contó que "cuando le vi, como es tan pequeñito y tan blanco, me pareció como un angelito al que le faltaban solo las alas. Luego le di un beso y después él me dio la mano. En ese momento no supe decir nada. Al tocarle me sentí protegida".
Ana nació hace 12 años en la ciudad de Valladolid en el norte de España. A punto de morir por el cáncer que padecía, sus padres decidieron llevarla a Roma para intentar obtener la bendición del entonces Papa Benedicto XVI que todavía estaba al frente de la Iglesia.
Juan Carlos recordó que "al principio los doctores no nos dijeron que Ana tenía cáncer. La niña empezó con unos síntomas que todo recién nacido puede tener, pero a raíz de eso le hicieron una serie de pruebas por si era algún tipo de neumonía o de infección pulmonar. Luego determinaron una pequeña masa cercana a los pulmones".
El cáncer fue diagnosticado el 15 de mayo de 2004, cuando Ana tenía apenas un año y dos meses. Al principio "nos derrumbamos", reconoció el padre.
La bendición del Papa
El tratamiento que los médicos pusieron a Ana "no funcionaba", así que después de un tiempo "tomamos la decisión de tocar en la puerta del único sitio que nos faltaba: la del Vaticano con Benedicto XVI".
En Roma asistieron a una de las audiencias que el Pontífice celebró un miércoles en la Plaza de San Pedro. Al final de la misma, la madre de Ana se acercó con ella en brazos para recibir su bendición. "Tomaron a mi hija y la subieron a la altura de Benedicto. Él le hizo la señal de la cruz y le dio un besito en la frente", relató Juan Carlos.
Al mes siguiente, ya en Madrid, la niña fue sometida "a una operación muy complicada". "Durante la tarde fuimos observando cómo la niña no reaccionaba como otras veces: la veíamos muy apática y mal. Los médicos dijeron que era normal, pero a nosotros no nos daba buena impresión", recordó Juan Carlos a ACI Prensa.
Ese día, alrededor de las 11:30 p.m., Ana entró en fallo multiorgánico. "Ingresó en quirófano casi sin tensión. La operación duró unas cuatro horas y al cabo de ese tiempo la niña salió despierta", lo que "en principio era bueno".
"Al día siguiente –prosigue Juan Carlos– los médicos nos explicaron algo que había ocurrido y no podíamos creer: en la operación de la mañana una doctora que no tenía que trabajar ese día, acudió al hospital para recoger unos resultados. Vio en el tablón de operaciones que iban a operar a una niña y solicitó asistir. Esa doctora es la que por la noche estaba de guardia y operó a Ana. Gracias a que ella estuvo en la operación de la mañana los médicos supieron cuál era el problema exacto que le provocó el fallo multiorgánico y pudieron salvarla. Fue algo providencial", porque de lo contrario Ana "hubiera muerto".
Ana comenzó a responder a la quimioterapia. "Su recuperación fue bastante rápida y al poco tiempo nos fuimos a casa, con quimioterapia a través de pastillas, pero ya en casa", destacó el padre.
Pero el Papa alemán es también especial para Ana por otro motivo: "en España un problema que le quedó de la operación es que le cuesta mucho superar catarros. En España, sobre todo en invierno, cogía siempre neumonías, pero aquí en Roma sólo le ha sucedido una vez. Ese día fue el mismo en el que Benedicto XVI abandonó el Vaticano después de renunciar", dice Juan Carlos.
Dos besos al Papa Francisco
Pero en la historia de la pequeña Ana también tiene un lugar especial el Papa Francisco. De hecho, fue el que favoreció el encuentro de hace unos días con el Papa alemán.
Gracias a su curación, en 2012, "decidimos venir a vivir a Roma", explica el padre.
Y hace tan solo algunos miércoles saludaron al Papa Francisco también en una audiencia pública. "Cuando le vi le pregunté primero si le podía dar un beso porque es como un abuelito y hay que tener respeto. Le dije: '¿Podría darte dos besos?', me dijo que sí y entonces, cuando se los di, le dije: 'este es para ti por cuidarme y este otro es para Benedicto por curarme', cuenta Ana a ACI Prensa con una gran sonrisa en los labios.
"Se quedó sorprendido y llamó al secretario de Benedicto. Francisco le pidió que cuando viese a Benedicto le diese ese beso mío", contó la niña.
Al ser preguntada cómo se siente después de conocer a dos Pontífices y que uno de ellos haya orado por su curación dice convencida: "me siento una privilegiada y estar protegida".