Durante la guerra de Secesión de Estados Unidos una madre esclava y sus tres pequeños hijos lograron escapar de sus captores tras un largo viaje de Missouri a Illinois del Norte. Al alcanzar la libertad aquella madre se arrodilló y oró al cielo diciendo "Ahora son libres, no se olviden de la bondad del Señor".
Aquel instante marcó la vida de uno de sus hijos, Augustine Tolton, quien más tarde se volvería el primer sacerdote afroamericano de su país. Este nació en Missouri el 1 de abril 1854 en el seno de una familia católica de esclavos. El padre del hogar había perdido la vida durante la guerra tras enlistarse en el bando de La Unión.
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Después de escapar del sur la familia Tolton llegó a un barrio segregado de la ciudad de Quincy (Illinois), donde empezó a asistir a la iglesia. Sin embargo, incluso allí se encontraron con el racismo de algunas congregaciones religiosas del norte que le irritaba la llegada de personas negras del sur.
La situación de la familia Tolton recién empezó a aclararse cuando la Guerra Civil terminó con la victoria para el norte y el fin de la esclavitud en los Estados Unidos. La familia consiguió trabajo y el joven Augustine ingresó a laborar en una fábrica de cigarrillos.
Este no abandonó nunca sus raíces católicas, y por el contrario, su fe aumentaba cada día que pasaba. Con su familia rendía culto en la iglesia San Pedro (Quincy) y personalmente sirvió como monaguillo y después como catequista.
Un día se encontraba rezando en la iglesia y el párroco Brian McGirr le preguntó por el motivo de sus oraciones. Augustine le respondió avergonzado que había estado orando por una posible vocación al sacerdocio.
El P. McGirr decidió ayudarlo y Augustine estaba encantado con la idea porque realmente deseaba ser sacerdote. Sin embargo, la formalidad para aplicar al seminario se volvió sumamente compleja porque nunca antes había ingresado un chico de color a ningún seminario de América. Las cartas enviadas fueron rechazas con diversas excusas, incluso las destinadas a algunas órdenes religiosas.
Ante la negativa continuó trabajando en la fábrica de cigarrillos y recibiendo algunos ascensos, asistía a la Misa cuantas veces podía, rezaba a diario, hacía catequesis y esperaba en Cristo.
Durante este periodo solo su madre y el P. McGirr conocían su frustración y tristeza por el rechazo de la Iglesia en su país. Sin embargo él tenía conocimiento de que la Iglesia Católica no tenía la culpa, sino que comprendía que ésta estaba conformada por pecadores.
Él nunca estudió en un seminario de los Estados Unidos, sin embargo tiempo después sería finalmente aceptado en la Universidad Pontificia en Roma. El 21 de febrero de 1880 viajó a Europa, y por primera vez en su vida vivió en un ambiente libre de discriminación racial.
Para su sorpresa, después de sus años de preparación, fue enviado de vuelta a su país en 1886. Las autoridades de Roma no vieron ninguna razón por la que no podía atender a sus feligreses allí, al menos a los de su propia raza. El regreso del ahora P. Tolton causó revuelo. En la estación de Quincy había una larga y ruidosa multitud que le dio la bienvenida.
Tres años después de su llegada el P. Tolton fue designado por el Obispo a un distrito pobre de Chicago, al sur de la ciudad. Allí empezó a juntar fondos para construir lo que después sería la hermosa iglesia de Santa Mónica, dedicada al servicio de la población de raza negra que sufría pobreza, mala educación y las secuelas de la esclavitud.
El P. Augustine vivió pobremente, era culto y santo. Nunca se quejó de nada y oró siempre. Inesperadamente, a la edad de 43, se desplomó y murió como consecuencia de una ola de calor en Chicago el 9 julio de 1897.
Su cuerpo fue enterrado en Quincy en una tumba sencilla en la Iglesia de San Pedro, tal como lo había solicitado en vida. Y si bien en aquel lugar recibió enorme rechazo durante su juventud, él lo eligió porque en este aprendió a amar a Dios y asistir a su amada Iglesia Católica como monaguillo y catequista.
Enterrado en ese día de julio de 1897, y habiendo entrado en la misteriosa libertad de los Hijos de Dios donde no hay griego ni judío, ni esclavo, el P. Agustín Tolton era ahora, por fin, verdaderamente libre.
En el 2011, después de una investigación inicial, a petición de la Arquidiócesis de Chicago, el P. Agustín Tolton fue declarado: Siervo de Dios. Hoy su ejemplo es "piedra viva" para las nuevas generaciones de sacerdote de raza negra.