Hoy 25 de febrero, la Iglesia Católica celebra el II Domingo de Cuaresma. La lectura del Evangelio de hoy está tomada de Marcos capítulo 9, versículos del 2 al 10 (Mc 9, 2-10). El relato corresponde al episodio de la Transfiguración del Señor.
Jesús le pide a Pedro, a Santiago y a Juan que lo acompañen. Junto a ellos Jesús se dirige a un monte cercano. Una vez llegados a la parte más elevada, la figura y aspecto del Maestro cambian radicalmente; el Señor se ha transfigurado, manifestándose en toda su gloria: “Sus vestiduras se pusieron esplendorosamente blancas, con una blancura que nadie puede lograr sobre la tierra” (Mc 9, 2-3). Jesús se presenta en toda su divinidad como adelanto de lo que ha de venir después de que haya padecido a manos de los hombres.
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Pedro toma la palabra -se había percatado de la presencia de Moisés y Elías en el lugar-, y se dirige a Jesús: “Maestro, ¡qué a gusto estamos aquí! Hagamos tres chozas” (Mc 9, 5). Pero, como el mismo Evangelio señala, “Pedro no sabía lo que decía”. Entonces se oye una voz que viene del cielo y dice: "Éste es mi Hijo amado; escúchenlo" (Mc 9, 7).
Dice el Papa Francisco: «Como exclamó el apóstol Pedro, es bueno estar con el Señor en el monte, vivir esta "anticipación" de luz en el corazón de la Cuaresma. Es una invitación para recordarnos, especialmente cuando atravesamos una prueba difícil —y muchos de vosotros sabéis lo que es pasar por una prueba difícil—, que el Señor ha resucitado y no permite que la oscuridad tenga la última palabra (...) En el mismo camino de la fe, a menudo tropezamos cuando nos encontramos con el escándalo de la cruz y las exigencias del Evangelio, que nos pide que gastemos nuestra vida en el servicio y la perdamos en el amor, en lugar de conservarla para nosotros y defenderla. Necesitamos, entonces, otra mirada, una luz que ilumine en profundidad el misterio de la vida y nos ayude a ir más allá de nuestros esquemas y más allá de los criterios de este mundo. También nosotros estamos llamados a subir al monte, a contemplar la belleza del Resucitado que enciende destellos de luz en cada fragmento de nuestra vida y nos ayuda a interpretar la historia a partir de la victoria pascual» (Ángelus, 28 de febrero de 2021).
Escuchemos y obedezcamos al Hijo de Dios, Luz que disipa las tinieblas de la duda, del pecado y de la muerte; y vivamos este tiempo de conversión en esperanza y confianza.
A continuación presentamos la lectura del Evangelio correspondiente al II Domingo de Cuaresma.
Evangelio del día (Mc 9, 2-10)
En aquel tiempo, Jesús tomó aparte a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos a un monte alto y se transfiguró en su presencia. Sus vestiduras se pusieron esplendorosamente blancas, con una blancura que nadie puede lograr sobre la tierra. Después se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
Entonces Pedro le dijo a Jesús: "Maestro, ¡qué a gusto estamos aquí! Hagamos tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías". En realidad no sabía lo que decía, porque estaban asustados.
Se formó entonces una nube, que los cubrió con su sombra, y de esta nube salió una voz que decía: "Éste es mi Hijo amado; escúchenlo".
En ese momento miraron alrededor y no vieron a nadie sino a Jesús, que estaba solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó que no contaran a nadie lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos guardaron esto en secreto, pero discutían entre sí qué querría decir eso de 'resucitar de entre los muertos'.
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