Mons. Jesús García Burillo, Obispo de Ávila, ha enviado su carta pastoral semanal en la que habla de la reciente clausura del Sínodo de las Familias y de la especial importancia que tiene que los padres enseñen a rezar a sus hijos y sean los principales "transmisores de la fe". "Acompañar a vuestros hijos en la fe es el mejor legado que podéis dejarles", ha asegurado.
Citando el número 67 del documento final del Sínodo, el Obispo de Ávila recordó que "es importante que los padres se involucren activamente en el camino de preparación para los sacramentos de la iniciación cristiana, en calidad de primeros educadores y testimonios de fe para sus hijos".
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"En efecto, el padre y la madre tienen esa especial misión en la Iglesia, que les lleva a enseñar el camino de la fe a sus hijos desde su infancia. Un camino que se inicia con la oración, como medio de "tratar de amistad con quien sabemos nos ama", conforme al magisterio de Santa Teresa", aseguró Mons. García Burillo.
"Acompañar a vuestros hijos en la fe es el mejor legado que podéis dejarles. La oración es un momento precioso para hacer más sólida la vida familiar, la amistad", subrayó.
También destacó que actualmente, por las prisas, las distracciones o la falta de hábito en muchas familias no se reza. "Verdaderamente es una tarea hermosa el acompañar a los hijos en sus primeros pasos, también en lo que afecta a la vida espiritual. La familia es una comunidad de fe, esperanza y amor, por eso a la familia se la llama 'iglesia doméstica'", apuntó el Prelado que también destacó que el hogar debe ser "un lugar de oración y de evangelización".
En ese sentido destacó que los padres deben asumir el papel de "guías espirituales de sus propios hijos" y ser "sus primeros catequistas". Por eso pidió a los padres que los hijos les vieran rezar porque "los niños aprenden por imitación".
Mons. García Burillo explicó que ver a los padres rezar es la única manera de que "el hábito de oración surja en ellos con naturalidad. Es más, si el pequeño ve a su papá o a su mamá integrando la oración en sus quehaceres y rutinas diarias, podrá percibir la presencia de Dios en su hogar como algo espontáneo, bueno y necesario; y aprenderá actitudes que irán generando en él la sensibilidad religiosa".
Además de enseñarles a rezar, el Obispo de Ávila ha destacado también un segundo paso que es rezar junto con los hijos. "Hay que hacer participar al niño en la oración: que aprendan a santiguarse, a hacer la señal de la Cruz, a repetir algún canto, a rezar el padrenuestro o el avemaría, o simplemente a estar en silencio hablando Dios", explica.
Algo que el Prelado traduce en "un ratito de oración antes de acostarse para dar gracias a Dios por el día que acaba, o al levantarse para pedirle que bendiga una nueva jornada".
Comenzar con oraciones sencillas "Jesusito de mi vida", o "Cuatro esquinitas tiene mi cama" que son "la prueba de que la oración queda grabada en la experiencia de los niños como algo gratificante, que pertenece a la vida de la familia, como reunirse, hablar, reír, discutir o divertirse".