Inocencio III, que lideró a la Iglesia Católica desde 1198 hasta 1216, fue uno de los Papas más influyentes de su época.
Concedió a San Francisco de Asís y su pequeño grupo de seguidores el permiso para fundar la Orden de los Frailes Menores; él convocó el Cuarto Concilio de Letrán que, entre otras cosas, definió dogmáticamente la doctrina de la transubstanciación. Organizó además los grandes esfuerzos para combatir la herejía en Europa y repeler a las fuerzas invasoras musulmanas.
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Tras más de 18 años como Papa, murió repentinamente. Pero eso no fue lo último que se supo de él.
Cuando un cristiano muere, enseña la Iglesia, puede ir directamente al cielo si carece de castigo temporal excepcional por los pecados que ha cometido. Pero muchos cristianos irán al purgatorio antes, donde, por la gracia de Jesucristo, son purificados y preparados para entrar a la presencia de Dios.
La historia cuenta que el día en el que el Papa Inocencio III murió, o poco después, se le apareció a Santa Lutgarda de Aywiers en Bélgica. Santa Lutgarda es considerada como una de las grandes místicas del siglo XIII, conocida por sus milagros, visiones, levitaciones y enseñanza particularmente hábil.
Cuando el Papa Inocencio se le apareció, le agradeció por sus oraciones durante su vida, pero le explicó que estaba en un problema; no había ido directo al cielo sino que estaba en el purgatorio, sufriendo el fuego purificador por tres faltas específicas que había cometido durante su vida.
Y le hizo este desesperado ruego de ayuda: "¡Ay! Es terrible; y durará por siglos si tú no vienes en mi auxilio. En el nombre de María, que ha obtenido para mí el favor de recurrir a usted, ¡ayúdeme!".
Luego se desvaneció.
Con un sentido de urgencia, Santa Lutgarda rápidamente le dijo a sus compañeras religiosas lo que había visto y rezaron por su alma.
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- ACI Prensa (@aciprensa) octubre 5, 2015