"Insolente recadero de la derecha", fueron los insultos que Alexis Mera, hombre de confianza del presidente ecuatoriano Rafael Correa, lanzó contra el Arzobispo de Guayaquil, Mons. Antonio Arregui, por haber pedido que se dé un diálogo con "cauces democráticos" que permita las críticas constructivas.
En las últimas semanas se han registrado protestas en diversas partes del país –entre los convocantes está la Confederación de Nacionalidades Indígenas (Conaie)–, contra las políticas económicas del gobierno.
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Según Harold Burbano, uno de los abogados de Conaie, entre el 13 y el 26 de agosto fueron detenidas 132 personas. A 98 se les inició instrucción fiscal y de ellas 61 están en prisión preventiva.
Ante este clima de inestabilidad, Mons. Arregui declaró el 24 de agosto a la televisora Ecuavisa que "la confrontación en las calles, quién tiene más gente, quién mueve más, quién puede bloquear", empobrece la democracia.
En ese sentido, dijo que "hace falta una rectificación para que haya cauces democráticos donde pueda expresarse el pensamiento crítico, ciertamente hay que exigirle siempre que sea constructivo". Mons. Arregui también indicó que es "imprescindible un gesto" que confirme la intención del gobierno de escuchar a todos los sectores.
Sin embargo, estas declaraciones provocaron la reacción del hombre de confianza del Presidente Correa. A la salida de la reunión de gabinete ayer jueves 27, Mera arremetió contra el Arzobispo.
"Aquí se habla de que el gobierno no quiere dialogar, hasta vemos al obispo de Guayaquil, insolente recadero de la derecha, que a nombre propio habla de que el gobierno no dialoga, él es el que debe dialogar con los homosexuales que dice que no sirven para nada; el gobierno ha dialogado y está en proceso de diálogo y obviamente estamos discutiendo esos temas", expresó.
La respuesta de Mons. Arregui
Ante los insultos del funcionario, el Arzobispo de Guayaquil señaló que "la Iglesia y yo personalmente no tratamos de ser ni enemigos de este gobierno, ni de ninguno, respetamos la autoridad, pero ciertamente tenemos la obligación de ejercer nuestro derecho de opinar como ciudadanos y como ministros de Dios, de tratar de iluminar con el evangelio las realidades de nuestra vida social, económica y política".
"Pienso concretamente sobre la cuestión de fondo que ha dado origen a esta declaración, que es hora de terminar en nuestra legislación con los resabios del sectarismo antirreligioso que no se compadece con las libertades que nos reconoce la Constitución", expresó de forma serena.