Cada 29 de julio la Iglesia Católica celebra a Marta, a su hermana María y a su hermano Lázaro, amigos y discípulos de Jesús. De acuerdo a la Escritura, el Señor se hospedó al menos en tres oportunidades en casa de los tres, en Betania, ciudad ubicada a unos kilómetros de Jerusalén.

Hasta hace unos años, el día 29 de julio estaba destinado sólo a la celebración de Santa Marta. Sin embargo, a partir del 2021 se dispuso que los santos María y Lázaro sean también conmemorados en esta fecha. “El Sumo Pontífice Francisco, acogiendo la propuesta de este Dicasterio, ha dispuesto que el 29 de julio se inscriba en el Calendario Romano General la memoria de los santos Marta, María y Lázaro” (Cardenal Robert Sarah, en ese momento prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos).

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Patronazgos

Santa Marta es patrona de los imposibles, del hogar, de las casas de huéspedes; también lo es de las cocineras, las amas de casa, las sirvientas, los hoteleros y lavanderas.

María, por su parte —a veces identificada con María Magdalena o con la mujer que enjugó los pies del Maestro con perfume— es patrona de quienes viven dedicados a la contemplación o la oración, así como de los vendedores de perfumes.

San Lázaro de Betania es patrono de los moribundos y los necesitados.

Lázaro vuelto a la vida

Jesús profesó un cariño muy especial por su amigo Lázaro. Prueba de esto es que, como dice el Martirologio Romano: “Lázaro, hermano de Marta, fue a quien lloró el Señor al enterarse de que había muerto, y al que resucitó” (ver: Jn 11).

De acuerdo al Evangelio, Lázaro había caído gravemente enfermo y sus hermanas enviaron gente para advertirle a Jesús —que no estaba en Betania— de que su amigo podría morir.  Jesús, ocupado en su misión, no acude de inmediato al llamado y Lázaro muere.

Por eso, si hay una buena razón por la que los fieles recurren a Santa Marta para pedir su ayuda en las urgencias y dificultades, es porque ella conmovió a Jesús con su fe: “Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano”. Luego le pide al Maestro con confianza absoluta que lo devuelva a la vida: “Pero aún ahora yo sé que cuanto pidas a Dios, Dios te lo concederá” (ver: Jn 11, 22).

Jesús le responde: “Tu hermano resucitará” (Jn 11, 23).

Marta y María, hermanadas por Cristo

Es a Marta a quien el Señor dijo, mientras estaba alojado en su casa: “Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada” (Lc 10, 41-42).

Marta, cuyo deseo de servir era auténtico, se dejó interpelar por Jesús. Él le mostró cuál es el sentido último de cuanto hacemos por otros, empezando por el necesario servicio doméstico: amar a Dios. Por eso, así como ella es ejemplo para todo aquel que quiera cumplir sus deberes con diligencia y responsabilidad, María, su hermana, es modélica en torno a la necesidad de la oración y la relación cercana de escucha o contemplación de la Palabra (“la parte buena”). Si el trabajo se hace sin amor, no tiene sentido; lo mismo que si Dios no es el centro, aun las cosas más nobles pueden hacer que se pierda de vista lo esencial (ver: 1 Cor, 13).

Marta hoy

En 1894, en Antigonish, Nueva Escocia (Canadá), fue fundada la congregación de las Hermanas de Santa Marta, institución religiosa inspirada en la figura de la santa de Betania.

La Casa de Santa Marta o Residencia de Santa Marta, ubicada en la Ciudad del Vaticano, adyacente a la Basílica de San Pedro, lleva ese nombre en honor a la discípula de Jesús. Se trata de un edificio construido en 1996 bajo el gobierno del Papa San Juan Pablo II. El Santo Padre dispuso que fuera la residencia de los cardenales electores durante los cónclaves.

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