La visita del Papa Francisco el 10 de julio a la cárcel de Palmasola en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia), ha marcado un antes y un después para muchos de los detenidos y de los trabajadores de la prisión. "El que está ante ustedes es un hombre perdonado. Un hombre que fue y es salvado de sus muchos pecados", fueron las palabras con las que se presentó ese día Francisco ante los presos.
El encargado de organizar el encuentro del Pontífice con los presos y de dirigirle unas palabras fue el P. Leonardo da Silva Costa, Coordinador Nacional de la Pastoral Penitenciaria en Bolivia, quien rememoró esta histórica visita en un diálogo con ACI Prensa.
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"Fue una gran emoción verlo (al Papa) muy a gusto y hablando en su idioma nativo. Me emocioné ante su actitud al ver la imagen de la Virgen de Copacabana en el camino entre el recinto de mujeres, la administración de la cárcel y el recinto de varones", cuenta el sacerdote.
En cuanto el Pontífice se despidió, el P. Da Silva quiso conocer la reacción de los reos a las palabras y gestos del Papa. "Me llamó la atención que la gente hablaba, quería contar lo que escuchó, lo que vio, lo que tocó, cómo se sentía, qué pensaba y cómo sería la vida de allí en adelante".
"Las lágrimas se entremezclaban y los ojos se llenaban de alegría y esperanza. Algunos se preguntaban cómo era posible que el representante de Cristo en la tierra hubiese ido a verles. La policía, los agentes de seguridad penitenciaria, salían con una alegría inusual, fraternal, una sonrisa inigualable… fue una revolución de amor. Incluso personas no católicas decían '¡que gracia!'".
No obstante no fue un encuentro fácil. Tres detenidos dieron su testimonio al Papa en público y contaron las tremendas condiciones en las que viven, en parte por la política penitenciaria del gobierno. "Los tres contaron públicamente su vivencia y la de sus colegas encarcelados. Es la realidad carcelaria de Bolivia. Creo que incluso han sido muy suaves en sus denuncias. No se ha dicho todo", afirma el sacerdote.
En ese momento "estaban presentes todas las autoridades que tienen la potestad de gestionar, administrar, decidir e implementar las políticas penitenciarias en todo el país. No escucharon novedades ni sorpresas. Fue un grito de ayuda, auxilio, socorro y hasta desesperación aprovechando la presencia del Papa para que se promueva un cambio estructural", asegura. "Los privados de libertad están encarcelados, apartados de la sociedad, sin embargo no están privados de hacer análisis de la realidad, brindar aportes reflexivos desde el conocimiento de las cárceles por dentro con el objetivo de mejorarlas", defiende el P. Da Silva.
Preguntado si tienen miedo a represalias o si han recibido algún toque de atención, señala que "aún creo en la democracia, en las buenas intenciones, en la conciencia ética, moral, en el rescate de los valores dormidos en cada uno. Ellos pidieron que el Papa 'sea portavoz y haga conocer las constantes violaciones a sus derechos fundamentales'".
Ahora que ya han pasado algunos días de la visita de Francisco, "está prevista la evaluación de todo lo organizado, articulado y vivido con los delegados de los privados de libertad, autoridades y la Iglesia". Y "ojalá no vuelva la rutina porque en ella están las lágrimas, el dolor, el escándalo extremo de violación a la dignidad humana".
"Queremos sacar el máximo provecho de esta visita pastoral, achicando las rejas, impulsando una justicia restaurativa, reduciendo los muros y cerrando las heridas abiertas". Para ello "ahora toca editar los mensajes del Papa, releerlos, escucharlos una y otra vez; rezar, agradecer; hacer cartillas, mesas y grupos de trabajo".
Sobre posibles cambios en la Pastoral Penitenciaria del país dice que "hay que continuar escuchando, brindando amor y poniendo en marcha acciones para mejorar el sistema y la vida de los encarcelados".
"Será una pastoral de mayor visibilidad profética con un rol de evangelización integral, de anuncio, denuncia, testimonio, compromiso, con el método, sentimientos, pensamientos y acciones de Jesucristo". Además, "deberá ayudar a las autoridades a responder con mayor sensibilidad a la problemática carcelaria, revisando también las incoherencias legislativas, a incidir en la desigualdad social, la pobreza y la violencia; a trabajar en la prevención y no solo en la curación".
El sacerdote tampoco olvidará jamás los minutos en los que pudo saludar a Francisco, aunque "por más que uno piense que está preparado, cuando se llega delante del Papa se pierde la voz y todo lo preparado se borra".
"Su mirada es muy serena y certera. Uno se desarma y no sabe qué decirle, le mira a los ojos y espera a que el Papa diga algo. A mí me preguntó quién era, si era religioso o diocesano. Me agradeció el trabajo y el servicio y dijo que continuase haciéndolo", recordó.