Dos de los principales obispos de Estados Unidos renovaron el llamado a optar por la vida y rechazar la pena de muerte, ya que aseguran que hasta los criminales más atroces merecen justicia y misericordia, y recuerdan que sus vidas también les pertenecen a Dios.
"Como cristianos, estamos llamados a oponernos a la cultura de la muerte mediante el testimonio de algo más grande y más perfecto: un Evangelio de la vida, de la esperanza y de la misericordia. Para ayudar a construir una cultura de la vida, la pena de muerte debe ser abolida", sentenció el Arzobispo de Boston, Cardenal Sean O'Malley; y el Arzobispo de Miami, Mons. Thomas G. Wenski, en un mensaje a nombre de los dos principales comités de obispos en el país.
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En su carta, los obispos citaron una de las Bienaventuranzas en las que Cristo expresa "bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia".
El Cardenal O'Malley firmó el mensaje del 16 de julio como presidente del Comité de Actividades Pro-Vida de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos (USCCB, por sus siglas en inglés), mientras que Mons. Wenski firmó como presidente del Comité de Justicia Nacional y Desarrollo Humano de la misma conferencia.
"Todos somos pecadores, pero a través de la misericordia amorosa del Padre y el sacrificio redentor de Jesús en la Cruz, hemos recibido el don de la vida eterna", señalaron. "El Señor nunca se cansa de buscarnos amorosamente, en nuestro pecado y debilidad, y nos ofrece la opción de la vida por sobre la muerte".
"La pena de muerte termina con toda posibilidad de transformar el alma de la persona condenada en esta vida. La oposición católica a esta pena, por lo tanto, tiene sus raíces en la misericordia. También es eminentemente pro-vida, ya que entrega todas las oportunidades para la conversión, incluso del pecador endurecido", observaron.
Este mensaje se publica 10 años después de que la USCCB iniciara una campaña contra la pena de muerte. En 2005 emitieron una declaración en contra de esta condena titulada A Culture of Life and the Penalty of Death (Una cultura de la vida y la pena de muerte).
Desde ese año, los obispos señalaron que al menos siete estados en el país pusieron fin a la pena de muerte, mientras que otros han colocado una moratoria de las ejecuciones. En la actualidad, el número de condenas a muerte está en su punto más bajo desde 1976.
Asimismo hacen referencia a las palabras del Papa Francisco, el pasado 20 de marzo, a una delegación de la Comisión Internacional contra la Pena de Muerte, donde declaró que la pena capital es "inadmisible, sin importar la gravedad del crimen cometido".
"Es una ofensa a la inviolabilidad de la vida y a la dignidad de la persona humana que contradice el designio de Dios sobre el hombre y la sociedad y su justicia misericordiosa, e impide cumplir con cualquier finalidad justa de las penas", dijo el Papa. "No hace justicia a las víctimas, sino que fomenta la venganza".
Tanto el Cardenal O'Malley como Mons. Wenski pidieron a todos los hombres de buena voluntad "exigir mejores políticas públicas para proteger a la sociedad y poner fin al uso de la pena de muerte".
Asimismo pidieron rezar por las víctimas de delitos, por los condenados a muerte y por los que trabajan en el sistema de justicia penal. Exhortaron a anunciar y "llevar el amor y la compasión de Cristo" a las familias de los afectados por los crímenes.
Además, hicieron una invitación a aprender acerca de las enseñanzas de la Iglesia Católica en relación a la pena de muerte y a educar a otros sobre esto.
Señalaron que la enseñanza de la Iglesia sobre la pena de muerte no apunta a la indiferencia frente "al pecado de los delitos y atentados contra la vida humana". Más bien, se trata de "una afirmación del carácter sagrado de toda vida, incluso la de aquellos que han cometido los crímenes más atroces".
Sostuvieron que el crimen violento ha afectado a los mismos obispos, como es el caso del Arzobispo de Kansas City, Mons. Joseph Naumann, cuyo padre fue asesinado. Sin embargo, Mons. Naumann ha dicho que la negativa a la pena de muerte no es porque rechazamos "el horror del crimen", sino porque "nos negamos a imitar a los criminales violentos".
El Cardenal O'Malley y Mons. Wenski llamaron a la solidaridad y apoyo a las víctimas de los delitos y sus familias, junto con ayudarles en su profundo dolor y pérdida. También pidieron tener presente a los criminales.
"También reconocemos la dignidad inherente al ser humano de los que han cometido un daño grave y afirmamos que, incluso cuando estén pagando una deuda a la sociedad, ellos también deben recibir compasión y misericordia", agregaron los Obispos. "Si buscamos atender las necesidades eternas de los que cometen delitos graves, debemos construir una cultura de la vida en materia de justicia y penalización", afirmaron.
Traducido por Bárbara Bustamante