Cada 14 de julio, la Iglesia Católica celebra a San Camilo de Lelis, santo italiano del siglo XVII, fundador de la Congregación de Ministros de los Enfermos y Mártires de la Caridad, conocidos hoy como los Padres Camilos o Camilianos.

San Camilo es el patrono de los profesionales de la salud y de los hospitales.

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A la vanguardia del cuidado de la salud

Los ‘Padres Camilos’, bajo la inspiración de su fundador, han sido quienes dieron origen a lo que hoy conocemos como “enfermería”, particularmente a través de la figura de los “enfermeros o enfermeras de guerra”.

En otras palabras, esta noble profesión apareció al menos dos siglos antes que cualquiera de las instituciones de asistencia modernas, como, por ejemplo, la “Cruz Roja” -organización también de inspiración católica surgida en la segunda mitad del siglo XIX-.

Ganar la batalla más importante

Camilo de Lelis nació en Bucchianico (Chieti, Italia) en 1550. Quedó prontamente huérfano de madre. Su padre tampoco le duraría mucho, pues siendo militar y mercenario, murió pocos años después.

Camilo, siguiendo el ejemplo paterno, se integró al ejército veneciano que luchó contra los turcos. Estando en campaña contrajo una enfermedad que afectó una de sus piernas, mal que lo aquejaría el resto de su vida. Dicha dolencia le produciría abscesos en el pie que reaparecían una y otra vez.

Tras verse imposibilitado, fue ingresado al hospital de San Giacomo de Roma, donde años más tarde colaboraría en calidad de criado. Lamentablemente, aquella experiencia no terminó muy bien, pues pasados unos meses fue despedido a causa de su espíritu indómito. Así, con el fracaso sobre los hombros, Camilo retornaría a las filas del ejército veneciano para enfrentar nuevamente a los turcos.

Eso tampoco duró mucho tiempo. Camilo se retiró de la vida militar, encontrando refugio en el juego. Los juegos de azar se convirtieron en su mayor debilidad y en vicio incontrolable. Cierta vez llegó a perderlo todo en una partida de cartas, incluso hasta la camisa que llevaba puesta. Luego, sumergido en la miseria, consiguió trabajo en la construcción de un convento capuchino en Manfredonia.

Su nueva labor se volvió el medio perfecto para que el Señor toque su corazón. Camilo empezó a escuchar las prédicas en el templo y a asistir a la liturgia. Poco a poco su interior fue abriéndose a la gracia, hasta que llegó el día en que admitiría que era esclavo de sus pecados. Así también pudo conocer la misericordia de Dios.

Reconoció de corazón que había vivido muy mal, y que, a pesar de ello, Jesús le daba una oportunidad que no había previsto: vivir plenamente, sirviéndolo a Él y a los demás.

Cara a cara con el dolor

Durante aquel tiempo fuerte, el joven Camilo se apoyó mucho en los padres capuchinos y llegó a pensar que Dios lo llamaba a ser uno de ellos. Ingresó a la Orden de los Frailes Menores, pero no pudo profesar voto alguno a causa del problema con su pierna. Entonces, retornó al hospital de San Giacomo y se dedicó al cuidado de los enfermos. Hizo tan buena labor allí que fue nombrado superintendente del hospital.

Las innumerables necesidades espirituales y materiales que padecían los ingresados en aquel recinto despertaron en Camilo la idea de fundar una asociación integrada por todo aquel que deseara consagrarse al cuidado de los enfermos. Mientras tanto, con el acompañamiento espiritual de uno de sus coetáneos más célebres, San Felipe Neri, se fue preparando para recibir el Orden sagrado.

Hospitales, prisiones y campos de batalla

El Padre Camilo, junto a dos de sus compañeros, fundó la Congregación de los Siervos de los Enfermos en 1582. El grupo fundacional dejó el Hospital de San Giacomo y se trasladó al Hospital del Espíritu Santo.

Todos los días los “camilos” atendían allí a los pacientes, procurando hacerlo como si cada uno fuese el mismo Cristo. No se preocuparon sólo de su salud física, sino que empezaron a dar catequesis y administrar los sacramentos necesarios.

El servicio de la congregación se fue ampliando y aparecieron nuevos llamados: los camilos asumieron la atención de los enfermos en las prisiones y, al mismo tiempo, comenzaron a hacer rondas de visitas a los que no podían salir de sus casas.

El siguiente reto de San Camilo fue enviar religiosos al lado de las tropas del ejército para que, llegado el momento, atendieran a los heridos. Muchos religiosos murieron en este sacrificado servicio, fuera a consecuencia de los combates o contagiados por la peste. San Camilo y sus hermanos permanecieron heroicamente al lado de los soldados incluso en medio de las circunstancias más extremas.

Las noticias sobre la encomiable labor de los camilos llegó a oídos del Papa San Gregorio XIV, quien en 1591 les concede el estatus de orden religiosa con la denominación de Orden de los Ministros de los Enfermos. El nombre fue elegido por San Camilo para indicar que los miembros de la institución tenían como modelo exclusivamente a Cristo, aquel que dijo: “No he venido para ser servido, sino para servir y dar la vida” (Mt 20,28).

Compartiendo los sufrimientos de Cristo

El santo patrono de los enfermos padeció siempre a causa de su pierna, que por periodos mejoraba y por periodos volvía a hacerlo sufrir. Hubo una época en la que le aparecieron dos dolorosas llagas en las plantas de los pies, las que permanecieron abiertas por años. Finalmente, se sumaron las náuseas y la dificultad para comer en la última etapa de su vida. Aún así, San Camilo no dejaría de preocuparse por “sus hijos”, los enfermos.

En 1607 renunció a la dirección de la Orden. Partió a la Casa del Padre unos años después, el 14 de julio de 1614, a los 64 años de edad. El Papa León XIII lo proclamó patrono de los enfermos junto con San Juan de Dios, y el Papa Pío XI lo declaró patrono y modelo de los trabajadores de la salud.

Si quieres saber más sobre San Camilo, te invitamos a leer este artículo de la Enciclopedia Católica: https://ec.aciprensa.com/wiki/San_Camilo_de_Lellis.