El Papa Francisco hizo una sencilla y profunda reflexión sobre María en el Santuario de la Virgen de Caacupé en Paraguay, y explicó que ella es una verdadera Madre que da testimonio de que Dios nunca abandona y que es posible mantener la fe y la esperanza en medio de los tiempos difíciles.
Ante miles de fieles presentes, el Santo Padre dijo que "estar aquí con ustedes es sentirme en casa, a los pies de nuestra Madre la Virgen de los Milagros de Caacupé. En un santuario los hijos nos encontramos con nuestra Madre y entre nosotros recordamos que somos hermanos. Es un lugar de fiesta, de encuentro, de familia".
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"Venimos siempre con nuestra vida, porque acá se está en casa y lo mejor es saber que alguien nos espera".
A partir el pasaje del Evangelio de la Anunciación-Encarnación, el Pontífice meditó sobre tres momentos en la vida de la Madre de Dios y cómo ella siempre se mantuvo fiel y esperanzada: el nacimiento de Jesús en un pesebre, la huida como inmigrantes en Egipto y la muerte de Cristo en la cruz.
"Vemos su vida, y nos sentimos comprendidos, entendidos. Podemos sentarnos a rezar y usar un lenguaje común frente a un sinfín de situaciones que vivimos a diario. Nos podemos identificar en muchas situaciones de su vida. Contarle de nuestras realidades porque ella las comprende".
Ella, dijo el Papa, "es la mujer de fe, es la Madre de la Iglesia, ella creyó. Su vida, es testimonio de que Dios no defrauda, que Dios no abandona a su Pueblo, aunque existan momentos o situaciones que parecen que Él no está. Ella fue la primera discípula que acompañó a su Hijo y sostuvo la esperanza de los apóstoles en los momentos difíciles".
La Virgen María, prosiguió el Santo Padre, "ha estado y está en las mesas de cada hogar. Ha estado y está en la formación de la Patria, haciéndonos Nación. Siempre con una presencia discreta y silenciosa. En la mirada de una imagen, una estampita o una medalla. Bajo el signo del rosario, sabemos que no vamos solos, que Ella nos acompaña".
María, resaltó el Papa Francisco, aprendió a escuchar, a no temer y a invitar constantemente a sus hijos a "hacer lo que Él les diga". La Madre de Dios, remarcó el Pontífice, "no tiene un programa propio, no viene a decirnos nada nuevo, más bien le gusta estar callada, tan solo su fe acompaña nuestra fe".
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