El Papa Francisco, repitiendo un gesto que hizo hace algunos años San Juan Pablo II, pidió perdón por las ofensas y los pecados de los hijos de la Iglesia, esta vez en alusión a "la llamada conquista de América" y pidió también recordar el testimonio de los miles de obispos, sacerdotes y religiosas que respondieron a esto con "la fuerza de la cruz".
Así lo afirmó el Santo Padre en su discurso a los movimientos populares que realizan su segundo encuentro mundial de la ciudad de Santa Cruz en Bolivia.
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En su discurso de casi una hora de duración, el Papa afirmó que "lo han reconocido mis antecesores, lo ha dicho el CELAM, el Consejo Episcopal Latinoamericano) y también quiero decirlo. Al igual que mi predecesor San Juan Pablo II pido que la Iglesia 'se postre ante Dios e implore perdón por los pecados pasados y presentes de sus hijos'".
"Y quiero decirles, quiero ser muy claro, como lo fue San Juan Pablo II: pido humildemente perdón, no solo por las ofensas de la propia Iglesia sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América".
El Santo Padre dijo también que "junto a este pedido de perdón para ser justos, también quiero que recordemos a millares de sacerdotes, obispos, que se opusieron fuertemente a la lógica de la espada con la fuerza de la cruz".
"Hubo pecado y abundante, y por eso pedimos perdón y pido perdón, pero allí también donde hubo abundante pecado sobreabundó la gracia a través de esos hombres que defendieron la justicia de los pueblos originarios".
El Pontífice pidió además recordar a "tantos Obispos, sacerdotes y laicos que predicaron y sigan predicando la buena noticia de Jesús con coraje y mansedumbre, respeto y en paz. Mis obispos sacerdotes y laicos, no me quiero olvidar de las monjitas que anónimamente 'patean' nuestros barrios pobres llevando un mensaje de paz y de unión".
El Papa Francisco resaltó el testimonio de muchos hijos de la Iglesia que "en su paso por esta vida dejaron conmovedoras obras de promoción humana y de amor, muchas veces junto a los pueblos indígenas o acompañando a los propios movimientos populares incluso hasta el martirio".
El Santo Padre se refirió también a los cristianos perseguidos: "hoy vemos con espanto como en Medio Oriente y otros lugares del mundo se persigue, se tortura, se asesina a muchos hermanos nuestros por su fe en Jesús. Eso también debemos denunciarlo: dentro de esta tercera guerra mundial en cuotas que vivimos, hay una especie de genocidio en marcha que debe cesar".
El Papa resaltó el testimonio de la Virgen María, "una humilde muchacha de un pequeño pueblo perdido en la periferia de un gran imperio, una madre sin techo que supo transformar una cueva de animales en la casa de Jesús con unos pañales y una montaña de ternura".
"María –dijo Francisco– es signo de esperanza para los pueblos que sufren dolores de parto hasta que brote la justicia. Rezo a la Virgen María, a la que el pueblo boliviano se confía con fervor, para que permita que este Encuentro nuestro sea fermento de cambio".
El Papa Francisco afirmó asimismo que "la entrega, la verdadera entrega surge del amor a hombres y mujeres, niños y ancianos, pueblos y comunidades… rostros y nombres que llenan el corazón".
Para concluir, el Pontífice dijo: "rezo por ustedes, rezo con ustedes y quiero pedirle a nuestro Padre Dios que los acompañe y los bendiga, que los colme de su amor y los defienda en el camino dándoles abundantemente esa fuerza que nos mantiene en pie: esa fuerza es la esperanza, la esperanza que no defrauda. Y, por favor, les pido que recen por mí".
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