En la homilía que pronunció en el Parque Bicentenario de Quito, el Papa Francisco reflexionó sobre el desafío de anunciar el Evangelio en estas tierras y aseguró que para la Iglesia "nuestra revolución" es evangelizar, donarse y dar testimonio de Jesús.
"Donándose el hombre vuelve a encontrarse a sí mismo con su verdadera identidad de hijo de Dios, semejante al Padre y, como él, dador de vida, hermano de Jesús, del cual da testimonio. Eso es evangelizar, ésa es nuestra revolución –porque nuestra fe siempre es revolucionaria–, ése es nuestro más profundo y constante grito", aseguró el Pontífice.
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El Papa se refirió a los 200 años del grito de la independencia de Ecuador y señaló que "nuestro grito, en este lugar que recuerda aquel primero de libertad, actualiza el de San Pablo: '¡Ay de mí si no evangelizo!'. Es tan urgente y apremiante como el de aquellos deseos de independencia. ¡Sean un testimonio de comunión fraterna que se vuelve resplandeciente!".
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El Santo Padre llegó a la explanada del Parque Bicentenario alrededor de las 10am –luego de tener un encuentro privado con los obispos ecuatorianos-, e hizo con el papamóvil un recorrido de más de quince minutos para saludar al más de un millón y medio de fieles presentes, muchos de los cuales acamparon toda la madrugada para estar en la Misa.
Francisco usó para esta Eucaristía ornamentos litúrgicos elaborados por el Centro Interamericano de Artesanías y Artes Populares de la ciudad ecuatoriana de Cuenca. Además, el púlpito estuvo adornado por 100.000 rosas donadas por el Municipio del Cantón Pedro Moncayo y los floricultores de Tabacundo.
El Papa, que durante la Comunión fue apoyado por 2.100 sacerdotes y 2.000 ministros extraordinarios de la Eucaristía, señaló en su homilía que "la palabra de Dios nos invita a vivir la unidad para que el mundo crea".
"Me imagino ese susurro de Jesús en la última Cena como un grito en esta Misa que celebramos en 'El Parque del Bicentenario'. El Bicentenario de aquel Grito de Independencia de Hispanoamérica. Ése fue un grito, nacido de la conciencia de la falta de libertades, de estar siendo exprimidos y saqueados, 'sometidos a conveniencias circunstanciales de los poderosos de turno'", señaló el Papa.
Un millón y medio de personas en #ParqueBicentenario por Misa campal de #FranciscoenEcuador via @roxanasilvach pic.twitter.com/WYHGezUdp7
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"Quisiera que hoy los dos gritos concorden bajo el hermoso desafío de la evangelización. No desde palabras altisonantes, ni con términos complicados, sino que nazca de 'la alegría del Evangelio', que 'llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús", añadió.
Francisco señaló que la división y el odio no solo afectan las relaciones entre países o grupos sociales. Estos, indicó, "son manifestación de ese 'difuso individualismo' que nos separa y nos enfrenta (…). "A este mundo desafiante, Jesús nos envía, y nuestra respuesta no es hacernos los distraídos (…). Nuestra respuesta repite el clamor de Jesús y acepta la gracia y la tarea de la unidad", indicó.
El Papa aseguró que "la evangelización puede ser vehículo de unidad de aspiraciones, sensibilidades, ilusiones y hasta de ciertas utopías".
"El anhelo de unidad supone la dulce y confortadora alegría de evangelizar, la convicción de tener un inmenso bien que comunicar, y que comunicándolo, se arraiga; y cualquier persona que haya vivido esta experiencia adquiere más sensibilidad para las necesidades de los demás. De ahí, la necesidad de luchar por la inclusión a todos los niveles, evitando egoísmos, promoviendo la comunicación y el diálogo, incentivando la colaboración".
Francisco recordó que "la evangelización no consiste en hacer proselitismo, sino en atraer con nuestro testimonio a los alejados, en acercarse humildemente a aquellos que se sienten lejos de Dios y de la Iglesia" y decirles que el Señor también los llama "con gran respeto y amor".
En ese sentido, dijo que "poner a la Iglesia en estado de misión nos pide recrear la comunión pues no se trata ya de una acción sólo hacia afuera… nos misionamos hacia adentro y misionamos hacia afuera manifestándonos como una madre que sale al encuentro, una casa acogedora, una escuela permanente de comunión misionera".
Asimismo, indicó que "la unión que pide Jesús no es uniformidad sino la 'multiforme armonía que atrae'. La inmensa riqueza de lo variado, lo múltiple que alcanza la unidad cada vez que hacemos memoria de aquel jueves santo, nos aleja de la tentación de propuestas más cercanas a dictaduras, ideologías o sectarismos. Tampoco es un arreglo hecho a nuestra medida, en el que nosotros ponemos las condiciones, elegimos los integrantes y excluimos a los demás".
Añadió que la unidad "no se fundamenta en tener los mismos gustos". Los seres humanos "somos hermanos porque, por amor, Dios nos ha creado y nos ha destinado, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos". "Somos hermanos porque, justificados por la sangre de Cristo Jesús, hemos pasado de la muerte a la vida haciéndonos 'coherederos' de la promesa. Esa es la salvación que realiza Dios y anuncia gozosamente la Iglesia: formar parte del 'nosotros' divino", afirmó.
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