Cada 4 de julio la Iglesia conmemora al beato italiano Pier Giorgio Frassati, joven laico amante de la naturaleza y la aventura, conocido como ‘el patrono de los montañistas’ por el amor que profesó al montañismo, disciplina de alta exigencia mental y física.

Ese interesante aspecto de su vida ha sido, y sigue siendo hoy, fuente de inspiración para muchos hombres y mujeres de fe, entre los que puede contarse al Papa San Juan Pablo II. Alguna vez el Papa Peregrino se refirió a Frassati en los siguientes términos: “Cuando era joven, yo también sentí la beneficiosa influencia de su ejemplo y, como estudiante, estaba impresionado por la fuerza de su testimonio".

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La vida cristiana es la más hermosa aventura

Pier Giorgio nació en Turín, Italia, el 6 de abril de 1901. Creció en el seno de una familia adinerada. Su padre fue el fundador y director del famoso diario italiano La Stampa, mientras que su madre fue una talentosa pintora. Fue ella quien se preocupó porque Pier Giorgio fuese educado debidamente en la fe.

Durante su adolescencia, el joven turinés no desoyó sus más profundas inquietudes, marcadas por el deseo de grandeza, el heroísmo y el hambre por lo trascendente. Así, se decidió a dar los primeros pasos en la vida espiritual y apostólica. Empezó a formar parte de la Acción Católica, el Apostolado de la Oración, la Liga Eucarística y la Asociación de jóvenes adoradores universitarios. En todas esas organizaciones mostró un creciente compromiso, que le permitió conocer otras realidades sociales y sensibilizarse ante la pobreza -algo que hasta ese momento le resultaba totalmente ajena-. De pronto, para Pier Giorgio, servir al pobre se había transformado en ocasión de servir al mismo Jesús.

En 1922, después de un periodo de discernimiento, el beato ingresa a la rama laica de la Orden de Predicadores -la Tercera Orden de Santo Domingo-. Y, un año después -mayo de 1923- realiza sus votos como laico dominico.

Contracorriente

Aunque inicialmente no contó con el apoyo de sus padres, Pier Giorgio decidió estudiar Ingeniería Industrial Mecánica. Le agradaba la idea de poder hacer de su profesión algo que pudiese contribuir al bienestar de todos, especialmente de los más necesitados.

Cuando empezó a trabajar, gustaba de la cercanía de los operarios: era muy consciente de sus necesidades y carencias, así como también de sus riquezas y fortalezas -veía en ellos un fuerte deseo de progresar y sacar adelante a sus familias-.

Poco después ingresó al Politécnico de Turín, donde organizó un ‘círculo de jóvenes’ con sus amigos, quienes coincidían con él en el deseo de hacer de Cristo el centro de su amistad. Junto a ellos bautizó al grupo con un nombre provocador: "I tipi loschi" [“los tipos sospechosos”]. Obviamente, tras la denominación se ocultaba una fina ironía: a los miembros de la sociedad los unía el deseo profundo de vivir cristianamente y hacer presente a Jesús vivo en un ambiente en el que se prescindía de Dios. Pier Giorgio jamás perdió la oportunidad de convocar a más y más estudiantes a la Santa Misa, o de iniciarlos en la lectura de las Sagradas Escrituras y el rezo del Santo Rosario.

Oración y acción

Aunque de cuna aristocrática, Pier Giorgio llevó una vida cada vez más austera, y constantemente destinaba su dinero a obras de caridad, algo que a sus padres no les agradó mucho, por lo que decidieron limitar los recursos económicos que le proporcionaban. Esto le significó un verdadero problema, que el beato resolvió con “relativa facilidad”: para no dejar de compartir lo que tenía, empezó a caminar largas horas todos los días para ahorrarse el dinero del tranvía.

¿En qué radicaba su fuerza y coraje? La respuesta estaba ante los ojos de todos: la comunión diaria -que amaba con todo el corazón- y la oración frente al Santísimo Sacramento eran el motor de su existencia. El joven Frassati se había convertido de pronto en un hombre: un hombre de oración.

El beato -y ahora sabemos que futuro santo- fue un gran deportista, aficionado al esquí y al montañismo. Escaló los Alpes y el Valle de Aosta. Si algo caracterizó su espíritu, era el amor por la naturaleza y el deseo de estar en contacto con ella. Era en las alturas y en el silencio de las montañas donde también encontraba a Dios providente, que habla al corazón del hombre para formarlo, fortalecerlo y hacerlo pleno y feliz.

Juventud hecha ofrenda

El epílogo de su vida fue vertiginoso. Con solo 24 años de edad Frassati fue diagnosticado con poliomielitis fulminante, enfermedad que acabó con su vida en solo una semana. Pier Giorgio partió a la Casa del Padre el 4 de julio de 1925. Su funeral congregó a una multitud de personas, lo que resultó en una auténtica sorpresa para sus padres, quienes recibieron de Dios un consuelo que no esperaban. Cientos de desconocidos, pertenecientes a ámbitos aparentemente tan distintos -la cultura, la academia, el deporte, la vida religiosa-, desfilaron agradecidos con ellos por haber traído al mundo y haber formado a un ser humano tan especial.

San Juan Pablo II beatificó a Pier Giorgio Frassati en 1990. En la ceremonia de beatificación dijo: “Él [Frassati] proclama, con su ejemplo, que es ‘santa’ la vida que se conduce con el Espíritu Santo, Espíritu de las Bienaventuranzas, y que solo quien se convierte en ‘hombre de las Bienaventuranzas’ logra comunicar a los hermanos el amor y la paz… Repite que vale verdaderamente la pena sacrificar todo para servir al Señor. Testimonia que la santidad es posible para todos y que solo la revolución de la caridad puede encender en el corazón de los hombres la esperanza de un futuro mejor”.

Santo subito, santo de inmediato

El pasado viernes 26 de abril, el Prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos, Cardenal Marcello Semeraro, anunció que el Beato Pier Giorgio Frassati será canonizado durante el Jubileo de la Misericordia 2025 (la fecha exacta aún no ha sido determinada). El anuncio fue hecho en el marco de la XVIII Asamblea Nacional de la Acción Católica Italiana realizada en Sacrofano. El cardenal señaló: «Quisiera deciros que la canonización del beato Pier Giorgio Frassati está ya clara en el horizonte y se vislumbra en el horizonte del próximo año jubilar».

Semeraro se refirió a Frassati como “una de las figuras más luminosas entre los santos que crecieron en la Acción Católica”, y recordó que San Juan Pablo II lo llamó “hombre de las Bienaventuranzas”, porque vivió “con alegría y orgullo su vocación cristiana y se comprometió a amar a Jesús y a ver en él a los hermanos y hermanas que encontró en su camino”.