El Concilio Vaticano II, uno de los eventos más importantes de la Iglesia en el siglo XX, fue clausurado el 8 de diciembre de 1965 hace más de 50 años. En medio de un mundo cada vez más cambiante y en vísperas del próximo Sínodo de octubre de este año, surge la pregunta sobre si este acontecimiento aún responde a los desafíos de la familia actual.
En este contexto, ACI Prensa conversó con quien fue uno de los participantes como perito en el Concilio, el Cardenal chileno Jorge Medina Estévez, Prefecto Emérito de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, quien está convencido de las luces que entrega el Concilio para la defensa de la familia y la dignidad humana.
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"El Concilio Vaticano II llamó al matrimonio, al hogar, la Iglesia doméstica. Es decir, la casa, el hogar cristiano, es una pequeña Iglesia, una pequeña comunidad de salvación", afirmó el Cardenal.
"Hay cosas en la Iglesia que son inmutables. Lo que estableció Jesucristo no lo puede cambiar nadie, ni el Papa. Que el matrimonio es entre un hombre y una mujer lo estableció Jesucristo, lo estableció Dios. Que la infidelidad matrimonial es pecado de adulterio, gravísimo pecado, no lo puede cambiar nadie", sostuvo.
El Cardenal Medina también se refirió al desafío de vivir la castidad, la que catalogó como "el reverso de la medalla del amor" y una virtud esencial para la entrega en la vida matrimonial.
"Amar (…) es darse uno mismo. El matrimonio es una aventura en la cual entra un hombre y una mujer para aprender día a día a ir creciendo en este ejercicio extraordinariamente hermoso que es darse", reflexionó.
También el Cardenal expresó su rechazo al proyecto de ley de despenalización del aborto en Chile, presentado por el Gobierno de la presidenta Michelle Bachelet en enero de este año, y afirmó que "nadie tiene derecho a atentar contra la vida de otro ser humano, sean cuales fueren las circunstancias en que se produjo la concepción".
"Atentar contra una criatura inocente, quitarle la vida, como lo dice el Concilio Vaticano II, es un crimen sin nombre, y como lo ha dicho hace pocos días atrás el Papa Francisco, un asesinato", concluyó.