Al presidir el rezo del último Regina Coeli de 2015, el Papa Francisco dijo que la Iglesia no excluye a nadie y no le cierra las puertas a ninguno "en la cara" porque es madre.
Desde la ventana del estudio pontificio que da a la Plaza de San Pedro y ante miles de fieles presentes, el Papa recordó que este domingo se celebra la Solemnidad de Pentecostés, una fiesta que subraya que "la Iglesia nace universal, una y católica, con una identidad más abierta, que abraza el mundo entero, sin excluir a ninguno. ¡A ninguno la madre Iglesia le cierra la puerta en la cara, a ninguno! Ni siquiera al pecador, ¡a ninguno!"
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"Y esto por la fuerza, por la gracia del Espíritu Santo. La madre Iglesia abre, deja sus puertas abiertas a todos porque es madre".
Así, dijo el Papa, se inicia entonces una nueva "estación", la del "testimonio y la fraternidad", una nueva etapa "que viene de lo alto, de Dios, como llamas de fuego que se posaron sobre la cabeza de cada discípulo".
"Era la llama del amor que quema cada dureza, era la lengua del Evangelio que atraviesa los confines establecidos por los hombres y toca los corazones de las multitudes, sin distinción de lengua, raza o nacionalidad".
El Santo Padre afirmó luego que "como aquél día de Pentecostés, el Espíritu Santo es infundido continuamente también hoy en la Iglesia y sobre cada uno de nosotros para que salgamos de nuestras mediocridades y de nuestros encierros y comuniquemos al mundo entero el amor misericordioso del Señor".
Además, dijo, se nos da para que "mientras anunciamos a Jesús resucitado, vivo y presente en medio de nosotros, calentemos el corazón de los pueblos acercándoles a Él, camino, verdad y vida".
"La fiesta de Pentecostés nos hace revivir los inicios de la Iglesia" y con el envío del Espíritu Santo "los discípulos son completamente transformados: el miedo es reemplazado por la valentía, el estar encerrados cede al anuncio y cada duda es impulsada por la fe llena de amor".
De hecho, este acontecimiento "que cambia el corazón y la vida de los Apóstoles y de los otros discípulos repercute rápidamente fuera del Cenáculo".
Es así como "la primera comunidad cristiana no permanece más replegada sobre sí misma, sino que comienza a hablar a la muchedumbre de diversa proveniencia de las grandes cosas que Dios ha hecho, es decir, de la resurrección de Jesús, que fue crucificado".
El Papa resaltó que "el don del Espíritu restablece la armonía de las lenguas que se perdió en Babel y prefigura la dimensión universal de la misión de los Apóstoles".