¿Estoy preparado para encomendarme a Dios?, ¿para hacer la última despedida cuando Cristo me llame a la otra vida?, fueron las preguntas que hizo el Papa Francisco en la Misa de la Casa Santa Marta, donde reflexionó sobre las despedidas, grandes y pequeñas, que tiene el ser humano durante y al final de su vida.
"Cuándo será, no se sabe, pero vendrá el momento en el que 'hasta luego', 'hasta pronto', 'hasta mañana', 'hasta la vista' se convertirá en 'adiós'", meditó el Pontífice.
Recibe las principales noticias de ACI Prensa por WhatsApp y Telegram
Cada vez es más difícil ver noticias católicas en las redes sociales. Suscríbete a nuestros canales gratuitos hoy:
Según informó Radio Vaticana, el Santo Padre centró su homilía en el discurso de Jesús antes de la Pasión y en la despedida de Pablo en Mileto antes de ir a Jerusalén. Además recordó a los cristianos perseguidos y demás migrantes que son obligados a huir de sus lugares de origen.
"Jesús se despide, Pablo se despide, y esto nos ayudará a reflexionar acerca de nuestras despedidas". En la vida "hay tantas despedidas", pequeñas y grandes y hay también "tanto sufrimiento, tantas lágrimas" en algunos casos, señaló Francisco.
"Pensemos hoy en aquellos pobres rohingyas de Myanmar. En el momento de dejar su tierra para huir de las persecuciones no sabían qué les habría sucedido. Y desde hace meses están en barcazas, allí… Llegan a una ciudad en la que les dan agua y comida y les dicen: 'Váyanse'. Es una despedida. Entre otras cosas, hoy se produce esta despedida existencial grande. Piensen en la despedida de los cristianos y de los yazidis, que no piensan volver a su tierra, porque fueron expulsados de sus casas. Hoy".
Francisco señaló que también hay pequeñas y grandes despedidas, como la "despedida de la mamá, que saluda y da el último abrazo al hijo que va a la guerra; y todos los días se levanta con el temor" de que alguien venga a decirle: 'Le agradecemos mucho la generosidad de su hijo que ha dado la vida por la patria'". También está "la última despedida que todos nosotros debemos hacer, cuando el Señor nos llama a la otra vida. Yo pienso en esto".
Estas grandes despedidas de la vida, "también la última, no son las despedidas de un 'hasta pronto', 'hasta luego', 'hasta la vista', que son despedidas que uno sabe que vuelve, o inmediatamente o después de una semana. Hay despedidas de las que no se sabe cuándo y cómo volveré –dijo también el Santo Padre–. Y afirmó que el tema de la despedida también está presente en el arte y en las canciones.
"Me viene una a la mente, esa de los alpinos, cuando aquel capitán se despide de sus soldados: el testamento del capitán. ¿Yo pienso en la gran despedida, en mi gran despedida, no cuando debo decir 'hasta luego', 'hasta más tarde', 'hasta la vista', sino 'adiós'? Estos dos textos dicen la palabra 'adiós'. Pablo encomienda a Dios a los suyos y Jesús encomienda al Padre a sus discípulos, que permanecen en el mundo. 'No soy del mundo, pero custódialos'. Encomendar al Padre, encomendar a Dios: éste es el origen de la palabra 'adiós'. Nosotros decimos 'adiós' sólo en las grandes despedidas, tanto de la vida como en la última".
"Creo que con estos dos íconos, el de Pablo que llora de rodillas en la playa, todos allí; y en Jesús, triste, porque le esperaba la Pasión, con sus discípulos, llorando en su corazón, podemos pensar en nuestra despedida. Nos hará bien. ¿Quién será la persona que cerrará mis ojos?", expresó.
"¿Qué dejo? Tanto Pablo como Jesús, ambos, en estos pasajes hacen una especie de examen de conciencia: 'Yo he hecho esto, esto, esto…'. ¿Yo qué he hecho? Pero me hace bien imaginarme en aquel momento. Cuándo será, no se sabe, pero vendrá el momento en el que 'hasta luego', 'hasta pronto', 'hasta mañana', 'hasta la vista' se convertirá en 'adiós'. ¿Yo estoy preparado para encomendar a Dios a todos los míos? ¿Para encomendarme a mí mismo a Dios? ¿Para decir aquella palabra que es la palabra del encomendarse del hijo al Padre?".
Francisco concluyó su homilía aconsejando leer las lecturas del día sobre la despedida de Jesús y la de Pablo, y a "pensar que un día", también nosotros, deberemos decir aquella palabra, "adiós". "A Dios encomiendo mi alma; a Dios encomiendo mi historia; a Dios encomiendo a los míos; a Dios encomiendo todo", expresó.
"Que Jesús, muerto y resucitado nos envíe al Espíritu Santo, para que aprendamos aquella palabra, aprendamos a decirla, pero existencialmente, con toda la fuerza: la última palabra, adiós", concluyó.