El 13 de mayo de 1981 San Juan Pablo II recorría la Plaza de San Pedro en el papamóvil, saludando y bendiciendo a los fieles, entre los cuales estaba oculto el turco Mehmet Alí Agca, quien sacó una pistola y disparó contra el Santo Padre, hiriéndolo gravemente.
Sin embargo, el ataque, ejecutado por un disparador con experiencia, no acabó con la vida del Pontífice, pues una “mano materna” había desviado la bala.
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Mientras se recuperaba en el Hospital Agostino Gemelli, San Juan Pablo II era consciente de que habían querido matarlo el día en que se recordaba la primera aparición de la Virgen en Fátima, en 1917, y pidió toda la documentación referente. Luego se pondría a trabajar para cumplir el pedido que María expresó a los tres pastorcitos: consagrar Rusia a su Inmaculado Corazón.
Pero mientras llegaba ese momento, el Papa tuvo que ser intervenido nuevamente el 5 de agosto de 1981. Ocho días después, los médicos informaron que habían concluido los cuidados clínicos y que el Papa podía volver definitivamente a casa.
El agradecimiento del santo polaco a la Virgen fue manifestado públicamente en la audiencia general del 7 de octubre de 1981.
“Me he hecho deudor de la Santísima Virgen y de todos los santos patronos. ¿Podría olvidar que el evento en la Plaza de San Pedro tuvo lugar el día y a la hora en que, hace más de 60 años, se recuerda en Fátima, Portugal, la primera aparición de la Madre de Cristo a los pobres niños campesinos? Porque, en todo lo que me ha sucedido precisamente ese día, he notado la extraordinaria materna protección y solicitud, que se ha manifestado más fuerte que el proyectil mortífero”, afirmó.
San Juan Pablo hizo después su primer viaje a Fátima, del 12 al 15 de mayo de 1982. El jueves 13, durante la Misa en el santuario mariano, el Pontífice recordó que el atentado en la Plaza de San Pedro ocurrió en la fecha en que se conmemoraba la primera aparición de la Virgen a los pastorcitos.
“Hoy estoy aquí. He venido a agradecer a la Divina Providencia en este lugar que la Madre de Dios parece haber elegido particularmente. Misericordiae Domini, quia non sumus consumpti, repito todavía una vez con el profeta”, expresó.
Al año siguiente donó al Santuario de Fátima la bala que los médicos le extrajeron el día del atentado. Esta fue engarzada en la aureola de la corona de la imagen de la Virgen.
La consagración a la Virgen y el encuentro con Alí Agca
El 8 de diciembre de 1983 San Juan Pablo II envió una carta a todos los obispos, incluyendo a los ortodoxos, para expresarles su intención de consagrar Rusia al Inmaculado Corazón de María. En el texto les propuso una oración especial para que desde sus diócesis se unieran a la consagración.
En su libro Memoria e identidad, San Juan Pablo II relata que en el tiempo de Navidad de 1983 visitó en la cárcel a Alí Agca.
“Conversamos largamente. Alí Agca, como dicen todos, es un asesino profesional. Esto significa que el atentado no fue iniciativa suya, sino que algún otro lo proyectó, algún otro se lo encargó. Durante toda la conversación se vio claramente que Alí Agca continuaba preguntándose cómo era posible que no le saliera bien el atentado. Porque había hecho todo lo que tenía que hacer, cuidando hasta el último detalle. Y, sin embargo, la víctima designada escapó de la muerte. ¿Cómo podía ser?”, narra el Pontífice, que en ese encuentro perdonó al turco.
El 25 de marzo de 1984, Fiesta de la Anunciación, San Juan Pablo II consagró a todos los hombres y pueblos, incluida Rusia, a María Santísima. Sor Lucía, la tercera vidente de Fátima, confirmó que esta consagración se hizo “tal como Nuestra Señora había pedido”.
Beatificación de los pastorcitos y el secreto de Fátima
En el año 2000, San Juan Pablo II viajó nuevamente a Fátima, donde el 13 de mayo beatificó a Francisco y Jacinta Marto, los otros dos videntes de la Virgen.
Asimismo, el 26 de junio del mismo año se publicó la tercera parte del secreto que la Virgen de Fátima dio a los pastorcitos.
El entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el Cardenal Joseph Ratzinger, hizo un comentario teológico sobre la parte del secreto que menciona a un obispo vestido de blanco, que muere asesinado ante una cruz.
“¿No podía el Santo Padre, cuando después del atentado del 13 de mayo de 1981 se hizo llevar el texto de la tercera parte del ‘secreto’, reconocer en él su propio destino? Había estado muy cerca de las puertas de la muerte y él mismo explicó, el haberse salvado, con las siguientes palabras: ‘... fue una mano materna a guiar la trayectoria de la bala y el Papa agonizante se paró en el umbral de la muerte’ (13 de mayo de 1994)”, destacó el cardenal.
“Que una ‘mano materna’ haya desviado la bala mortal muestra sólo una vez más que no existe un destino inmutable, que la fe y la oración son poderosas, que pueden influir en la historia y, que al final, la oración es más fuerte que las balas, la fe más potente que las divisiones”, enfatizó el purpurado.
Para más información, puede ingresar al especial de la Virgen de Fátima.