Cada 8 de mayo se celebra a María, la Madre de Dios, bajo la advocación de la Virgen de Luján o Nuestra Señora de Luján, Patrona de la República Argentina.
El origen de la devoción
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Corría el año 1630 y el portugués Antonio Farías, hacendado de Sumampa, jurisdicción de Córdoba del Tucumán (Argentina), pidió a un compatriota suyo, residente en Brasil, que le enviara una imagen de la Inmaculada Concepción de María Santísima para venerarla en la capilla que estaba construyendo dentro de sus tierras.
Aquel amigo, pensando en darle a Don Antonio la oportunidad de elegir la imagen de su agrado, envió dos estatuillas: una según el pedido original, y otra representando a la Madre de Dios con el niño Jesús en brazos. Ambas imágenes fueron colocadas en sus respectivas cajas y enviadas en una carreta junto con otros enseres.
Al llegar a las cercanías del Río Luján, zona de los Buenos Aires, después de tres días de duro viaje, los troperos encargados de transportar la preciosa carga decidieron pasar la noche en la estancia de don Rosendo de Trigueros.
La Madre que quiso quedarse al lado de sus hijos para siempre
Al día siguiente, con la claridad de las mañanas de mayo, los troperos se alistaron para continuar el viaje; sin embargo, como nunca, no lograron mover los bueyes que tiraban de la carreta. Era como si, de pronto, los animales se hubiesen vuelto incapaces de arrastrar la carga.
Todos los intentos para mover a las bestias fueron inútiles. De repente, a uno de los jinetes se le ocurrió bajar de la carreta una de las cajas que portaban a las imágenes, y ver qué sucedía, pero no hubo resultados.
Los hombres entonces decidieron volver la caja a la carreta y probar suerte bajando la otra, por si era esta la más pesada y la causa del problema. Para sorpresa de los presentes, los bueyes empezaron a jalar la carreta al instante.
Con el propósito de obtener algún tipo de explicación a lo sucedido, los troperos abrieron la caja que acababan de bajar y revisaron su contenido. El contenido era el mismo que habían cargado desde el inicio: una de las estatuillas de la Inmaculada Concepción.
Quienes presenciaron la escena interpretaron el hecho como que aquella imagen de la Virgen Inmaculada no quería irse del lugar; la Madre quería quedarse allí, en ese pueblito junto al río. Acto seguido, la imagen fue trasladada a la casa de uno de los locales, un tal Rosendo, cuya familia la recibió con alegría y devoción.
La noticia corrió por toda la región y despertó la piedad de la gente. Pronto muchas personas empezaron a acercarse al lugar, primero por curiosidad, luego con devoción, para pedir o agradecer a la Virgen favores y milagros.
Con el transcurso de los días se decidió construir una gruta y colocar allí la imagen para que pudiese ser venerada apropiadamente. La ‘Virgen de Luján’ -como se le empezó a llamar- había llegado para quedarse en el corazón del pueblo argentino.
Madre de los pontífices, protectora de la República Argentina
El 8 de mayo de 1887 se realizó la coronación canónica de la imagen de la Inmaculada, la Virgen de Luján. Años después la gruta sería reemplazada por una basílica erigida en el mismo lugar: el Santuario de la Virgen de Luján.
El Papa San Juan Pablo II, de visita en Argentina en 1982, durante la homilía de la Misa celebrada en el santuario, dijo: “Ante esta bendita imagen de María, a la que mostraron su devoción mis predecesores Urbano VIII, Clemente XI, León XIII, Pío XI y Pío XII, viene también a postrarse, en comunión de amor filial con vosotros, el Sucesor de Pedro en la cátedra de Roma”.
Hace ya más de una década, en la audiencia general del 8 de mayo de 2013, el Papa Francisco recordó de forma especial a la Virgen de Luján, a quien profesa una especial devoción por ser la Patrona de su país natal. Aquel día, el Papa le encomendó a Ella “todas las alegrías y preocupaciones de los argentinos”, y pidió "un aplauso bien fuerte para la Madre de Dios".