El Papa Francisco recibió este sábado en el Aula Pablo VI a los fieles de la Diócesis de Isernia-Venafro (Italia), a la que pertenece la localidad de Campobasso que visitó en julio de 2014, con quienes abordó la falta de empleo para los jóvenes y la necesidad de un impulso misionero.
A pesar de la alegría y el ambiente festivo, el Papa no quiso olvidar "los numerosos y graves problemas que todavía afligen vuestra tierra". En especial dijo pensar "en el problema crónico de no tener trabajo, que toca sobre todo a las jóvenes generaciones, que siempre toman el camino hacia otros países". Pero "pienso también en la falta de servicios adecuados a las efectivas necesidades de las personas –en particular de los ancianos, enfermos y discapacitados- y de las familias".
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Frente a este problema, el Obispo de Roma aseguró que "es necesaria una movilización general que una los esfuerzos de la población, de las instituciones, de los particulares y de las diversas realidades civiles".
"No se pueden posponer pasos concretos para favorecer la apertura de trabajo, dando así, sobre todo a los jóvenes, la oportunidad de realizarse a sí mismos mediante un trabajo honesto. Se debe tratar de encontrar las cosas para los jóvenes, el empleo, las pequeñas cosas, porque, ya saben, el trabajo te da la dignidad".
Francisco también habló de la evangelización y aseguró que la diócesis que le visitaba "necesita un nuevo impulso misionero, que sepa ir más allá de una realidad religiosa estática".
Hizo referencia al "Año Jubilar Celestiniano" que celebran todos los fieles de la diócesis y aseguró que "es precioso reconciliarse, tener el alma en paz: la familia en paz, el barrio en paz… Y esto es un trabajo que la gracia de Dios hará, si nosotros vamos hacia adelante con esta tarea".
De esto, "renace el deseo de llevar su amor a todos, sobre todo a las personas que están solas, marginadas, humilladas por el sufrimiento, por la injusticia social; a muchos que, cansados de palabras humanas, sienten una profunda nostalgia de Dios".
En este punto habló del Jubileo de la Misericordia, que se celebrará a partir del próximo 8 de diciembre, y les pidió prepararse adecuadamente. "Que estos tiempos fuertes pueda suscitar un vigoroso empuje misionero, especialmente en las parroquias, donde la comunión eclesial encuentra su más inmediata y visible expresión".
Así, "cada comunidad parroquial está llamada a ser lugar privilegiado de la escucha y del anuncio del Evangelio; casa de oración recogida en torno a la Eucaristía; verdadera escuela de la comunión, donde el ardor de la caridad prevalga sobre la tentación de una religiosidad superficial y árida".
Volviendo a las dificultades a las que se enfrenta la diócesis, el Papa Francisco reflexionó sobre cómo "cuando se experimenta el fracaso y el vacío en torno a nosotros, es el momento de la experiencia cristiana, fundada en el Señor Resucitado y acompañada de un amplio esfuerzo caritativo hacia los más necesitados".
Por tanto, la vía de la caridad es la que tiene que seguir la diócesis, para que "involucre a más personas y a más realidades sociales, así como a instituciones en el acercarse a los que no tienen hogar y los desempleados, así como a los afectados por las formas antiguas y nuevas de pobreza, no sólo para satisfacer sus necesidades urgentes, sino para construir junto con ellos una sociedad más acogedora, más respetuosa de las diversidad, más justa y solidaria".
Dirigiéndose a los jóvenes en particular, les dijo que "los problemas se superan con la solidaridad. Les invito por ello a ser testimonio de solidaridad en sus ciudades y en sus países, en el trabajo, en la escuela, en familia, en los lugares de encuentro".
Y a los enfermos les pidió que miren "sin miedo y con esperanza al futuro personal y el de su tierra".