Contundente mensaje del Papa Francisco a los criminales y sus cómplices de la ciudad de Nápoles: "¡Conviértanse al amor y a la justicia"! La Plaza del Plebiscito acogió a miles de personas entusiastas por la visita del Papa Francisco. Fue el lugar elegido para que el Pontífice celebrase la Eucaristía antes de trasladarse a la cárcel de Poggioreale, donde almorzó con un grupo de presos.
Comentando el Evangelio en su homilía, el Santo Padre aseguró que "la palabra del Señor, ayer como hoy, provoca siempre una división entre quien la acoge y quien la rechaza".
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"A veces un contraste interior se enciende también en nuestro corazón; esto sucede cuando advertimos la fascinación, la belleza y la verdad de las palabras de Jesús, pero al mismo tiempo la rechazamos porque nos pone en discusión y nos cuesta demasiado observarlo".
"Hoy he venido a Nápoles para proclamar junto a vosotros: ¡Jesús es el Señor!". En este momento dijo querer escuchar estas palabras a todos los fieles y les pidió que lo repitieran.
"Él tiene solo palabras de misericordia que puedan curar las heridas de nuestro corazón. Él sólo tiene palabras de vida eterna".
Francisco añadió que "la palabra de Cristo es potente: no tiene la potencia del mundo, sino que es la de Dios, que es fuerte en la humildad, también en la debilidad".
"Su potencia es la del amor: un amor que no conoce confines, un amor que nos hace amar a los otros antes que a nosotros mismos. La palabra de Jesús, el santo Evangelio, enseña que los verdaderos beatos son los pobres en espíritu, los no violentos, los trabajadores de la paz y de la justicia. ¡Esta fuerza cambia el mundo!", exclamó.
El Papa indicó que los cristianos están llamados a anunciar esto y a llevar a todos "la ternura, la amistad de Dios". Algo que, sobre todo, "deben realizar los sacerdotes", llevando la misericordia a todo hombre.
"Cada parroquia y realidad eclesial debe convertirse en santuario para quien busca a Dios y debe ser casa de acogida para los pobres, los ancianos y cuantos se encuentran en la necesidad. Id y acoged: así palpita el corazón de la madre Iglesia y de todos sus hijos".
"Cuando los corazones se abren al Evangelio, ¡el mundo comienza a cambiar y la humanidad resurge!", dijo entre aplausos.
A todos pidió no dejarse robar la esperanza, así como "no ceder a la tentación del dinero fácil o a los ingresos deshonestos. Reaccionen -pidió- con firmeza a las organizaciones que explotan o corrompen a los jóvenes, los pobres y los débiles, con el cínico comercio de la droga y otros crímenes".
"La corrupción y la delincuencia desfiguran el rostros de esta bella ciudad", dijo al tiempo que envió un mensaje a los criminales y a todos sus cómplices: "¡Convertíos al amor y a la justicia! ¡Dejaos encontrar por la misericordia de Dios! Con la gracia de Dios, que perdona todo, es posible regresar a una vida honesta. Os lo piden también las lágrimas de las madres de Nápoles, mezcladas con las de María, la Madre celeste invocada en Piedigrotta y en muchas iglesias de Nápoles".
El Papa subrayó que "es el tiempo de rescate para Nápoles: este es mi deseo y mi oración para una ciudad que tiene tantas potencialidades espirituales, culturales y humanas, y sobre todo tanta capacidad de amar".
Se mostró también seguro de que todos, instituciones y ciudadanos "pueden construir un futuro mejor".
Antes de terminar, puso a la misericordia como la 'opción' de la ciudad para encontrar "la fuerza para ir hacia adelante con esperanza, la fuerza para tantas existencias, tantas familias y y comunidades. Esperar y resistir al mal. Esperar y mirar al mundo con la mirada y con el corazón de Dios".