Con 23 años y poco después de casarse Lacey Buchanan quedó embarazada. La normal emoción y la alegría se convirtieron en preocupación y angustia cuando ella y su esposo supieron a las 18 semanas que algo en su bebé iba mal. Apoyados en su fe cristiana, decidieron seguir adelante con el embarazo, aunque no eran conscientes de la grave malformación que su hijo tendría.
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"En una de las revisiones supimos que algo sucedía. Tuvimos un diagnóstico prenatal, pero los médicos no fueron capaces de decirnos las consecuencias y el alcance de estos problemas. Fue muy difícil porque nos pilló totalmente de sorpresa, nosotros esperábamos tener un hijo sano", cuenta Lacey a ACI Prensa.
Esta joven madre que ahora tiene 28 años explica que tanto su marido como ella se sintieron abrumados por la noticia de que el bebé venía con complicaciones: "teníamos nuestro plan pensado y hasta entonces todo estaba saliendo según lo previsto. Tras conocer la malformación fueron momentos muy difíciles pero sabíamos que teníamos que mantenernos fuertes, y nuestra fe cristiana nos ayudó. Teníamos que ser fuertes por el bebé".
"Para nosotros Christian siempre fue querido y esperado, antes y después de saber que algo le pasaba. Saber que tendría una enfermedad no cambió eso, por lo que seguía siendo un niño querido. Abortar nunca fue una opción".
Christian Buchanan nació el 18 de febrero de 2011 con una malformación conocida como labio leporino, pero en una de las modalidades más inusuales y severas. De hecho en el mundo tan solo se conocen 50 o 60 casos documentados similares.
De esto hace ahora cuatro años. Christian ha pasado por varias cirugías plásticas reconstructivas y se estima que en toda su vida tendrá que ser operado unas 20 o 30 veces. Sin embargo su madre, Lacey cuenta su experiencia con una calma sorprendente, aunque cada día la familia Buchanan afronta un nuevo reto.
"Cuando quedé embarazada estaba en la diplomatura de Derecho, pero después de los primeros 18 meses con Christian me di cuenta que tenía que elegir entre terminar mis estudios y ser su madre. Así que elegí ser su madre a tiempo completo y más adelante podré terminar mis estudios", explica Lacey a ACI Prensa.
"Nosotros simplemente tenemos que hacer algunas cosas de manera distinta que el resto de gente. Muchas personas me dicen: 'oh, lo siento, pobre bebé'. Pero yo les respondo: 'Absolutamente no. Nada de pobre'. Él es alegre y feliz y no lo querríamos de ninguna otra manera. El es feliz y está sano y vive su vida y disfruta y nos hace disfrutar también a nosotros. Es un honor ser su madre criarlo y verlo crecer", asegura.
"Cuando me dicen que Christian vivirá una vida triste o miserable les contesto no es nada cierto porque cuanto más mayor se hace, más claro está que a él le encanta vivir, es feliz y disfruta con cada pequeña cosa más que cualquier otro niño. Él no sabe que es ciego, así que ni siquiera lo considera una limitación porque simplemente tiene que hacer las cosas de manera distinta que el resto de niños, pero que sea diferente no quiere decir que sea malo o que no pueda ser feliz y hacernos felices al resto".
Esta joven madre asegura que el apoyo de su familia ha sido importantísimo y "más fuerte que nuestros miedos".
Además Lacey explica que en ocasiones la gente que siente compasión por su hijo Christian le pregunta por qué no abortó. "Les digo que su vida tiene el mismo valor que la de las demás personas aunque tenga una discapacidad o una enfermedad. Nuestro valor viene por quienes somos, Dios nos quiso a cada uno de nosotros y eso a la gente se le olvida. Nuestro valor no viene de la salud porque eso cambia de un momento a otro, o del dinero que no siempre es una garantía", explica.
"La vida importa y tiene valor en el amor y en la familia y en tomar cada día como un regalo y una bendición. Cada día que se me permite ser la madre de Christian para mí es un regalo y en el caso de que él no hubiera nacido con esta discapacidad seguirían habiendo días difíciles porque nadie nos garantiza una vida fácil", subraya Lacey.
"No puedo imaginar todo lo que nos estaríamos perdiendo si le hubiéramos abortado", insiste, "cuando hablan de abortarlos por compasión, les digo que la vida siempre es la respuesta, porque la verdadera compasión es amar a tu hijo a pesar de sus discapacidades y darle cada día la oportunidad de vivir una vida feliz dándole amor y recibiéndolo de él".
Pero la vida siguió sorprendiendo a los Buchanan porque cuando Christian tenía dos años, Lacey descubrió que estaba de nuevo embarazada: "No planeamos este segundo hijo, pero vino. Y nos asustamos un poco porque pensamos cómo haríamos si tuviera el mismo problema que Christian", contó a ACI Prensa.
"Nos hicimos unos test genéticos y se nos dijo que la malformación de Christian no parecía ser genética, pero que si teníamos otro hijo había una posibilidad sobre cuatro de que tuviera la misma enfermedad es decir, un 25 por ciento que es un porcentaje altísimo. Nos asustamos mucho, esa es la verdad, pero enseguida nos dimos cuenta que teníamos que reaccionar como cristianos y estar agradecidos porque íbamos a tener un segundo hijo", cuenta Lacey.
Chandler nació en mayo de 2013 sin ningún tipo de malformación. Ahora va a cumplir dos años y cuida especialmente de su hermano mayor.
Por ahora los dos hermanos están en casa cuidados por su madre, pero cuando dentro de poco tendrán que ir al colegio.
"Irá al colegio que hay en nuestra ciudad en Tennessee, que está adaptado para niños con necesidades especiales como la ceguera, pero estará en misma clase que los demás niños aunque necesite más tiempo para aprender lo mismo. Irá allí y aprenderá a valerse por sí mismo".