En julio de 1993, una adolescente de 15 años fue llevada para que aborte en un centro de salud para mujeres en Wichita, Kansas, Estados Unidos. Estaba embarazada de una niña que ya estaba a término y en posición para el parto.
@StunMac We do & maybe #abortion clinics should stop injuring the babies first. http://t.co/lX8wkWgndb pic.twitter.com/ZOKwknguAd
- Christina Dunigan (@GrannyGrump42) junio 2, 2013
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Sin haber aún "perfeccionado" su método para el aborto, el famoso empresario abortista George Tiller -uno de los pocos proveedores de abortos tardíos en Estados Unidos, asesinado en el año 2009- "inyectó con cloruro de potasio la cabeza de la bebé en dos lugares, el lado izquierdo de la frente sobre las cejas y la base del cráneo, dejando marcas permanentes de quemaduras y varias cicatrices".
Cuando la joven madre volvió al día siguiente para terminar el procedimiento del aborto, se dieron cuenta que la bebé no había muerto a causa de las inyecciones que recibió en la cabeza. La madre fue enviada a un hospital local donde nació la niña, la envolvieron en una sábana y la dejaron abandonada en una cuna para que muriera por los efectos de los químicos.
Sorprendentemente, 24 horas después la bebé se mantuvo con vida pese a que no había sido limpiada, su cordón umbilical aún estaba adherido a su vientre y no había recibido hidratación ni alimentos.
Una enfermera se compadeció de la niña, contactó a un abogado y la entregó a una familia que finalmente la adoptó y le puso por nombre Sarah.
Aunque los médicos señalaron que la niña no viviría más de ocho semanas, con el amor y los cuidados de la familia Sarah vivió cinco años. Creció con el cerebro dañado, ciega y sin capacidad de caminar. Sin embargo su familia nunca la vio como una carga y afirmaba que la vida de la pequeña era una bendición.
Según la organización Operación Rescate, que recogió el caso de Sarah y que busca salvar a los bebés con campañas en los alrededores de las clínicas abortistas en Estados Unidos– "Tiller finalmente logró matar a la pequeña Sarah, pero le tomó en total cinco años hacerlo".
"Esta trágica historia ilustra no solo la depravación de un hombre que pudo matar a una niña inocente de una manera bárbara, pero que también es un testimonio de lo precioso que es cada vida humana".