En la homilía de la Misa que presidió este lunes en la capilla de la Casa Santa Marta en donde reside, el Papa Francisco reflexionó sobre la costumbre que existe de juzgar o acusar a los otros olvidando el pecado personal.
El Pontífice destacó que "cuando uno aprende a acusarse a sí mismo es misericordioso con los demás: 'Pero, ¿quién soy yo para juzgarlo si yo soy capaz de hacer cosas peores?".
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Esta pregunta responde a la propia exhortación de Jesús en el Sermón de la Montaña: El Papa Francisco pidió que en el tiempo de Cuaresma "el Señor nos dé la gracia de aprender a acusarnos", siendo conscientes de que somos capaces "de las cosas más malvadas" y decir: 'Ten piedad de mi, Señor, ayúdame a avergonzarme y dame misericordia, así podré tener misericordia con los demás".
El Pontífice dijo en su homilía que las lecturas del día hablan de la misericordia y recordó que "todos somos pecadores", no "en teoría" sino en la realidad. Esto indica "una virtud cristiana, de hecho más que una virtud", la "capacidad de acusarse a sí mismo".
En este sentido, afirmó que "todos somos maestros, somos doctores en justificarnos a nosotros mismos: 'Pero yo no he sido, no, no es culpa mía, pero sí, pero no era mucho, eh... Las cosas no son así...'".
"Todos tenemos una excusa sobre nuestras faltas, nuestros pecados, y muchas veces somos capaces de poner esa cara de 'Yo no he sido', cara de 'Yo no lo he hecho, quizás ha sido otro': hacerse el inocente. Y así no se puede avanzar en la vida cristiana".
El Papa denunció que "es más fácil acusar a los demás y sin embargo sucede algo un poco extraño": "Cuando comenzamos a ver de qué cosas somos capaces", al principio "nos sentimos mal, sentimos asco" y pero después "nos da paz y salud".
Francisco puso un ejemplo para hacer sus palabras más comprensibles: "cuando encuentro en mi corazón alguna envidia y sé que esta envidia es capaz de hablar mal de los demás y matarlo moralmente". Esto es la "sabiduría de acusarse a sí mismo".
"Si nosotros no aprendemos este primer paso de la vida, nunca, nunca daremos pasos en el camino de la vida cristiana, de la vida espiritual".
Por tanto, "el primer paso es acusarse a sí mismo", pero "sin decirlo, ¿no?". "Yo y mi conciencia. Voy por la calle, paso delante de una cárcel: 'Y estos, ¿se lo merecen?'. ¿Pero sabes que si no fuese sido por la gracia de Dios tú estarías ahí?".
"¿Has pensando que eres capaz de hacer las cosas que ellos han hecho, incluso todavía peor? Esto es acusarse a sí mismo, no esconderse a uno mismo las raíces de pecado que habitan en nosotros, las muchas cosas que somos capaces de hacer, también si no se ven".
A todo esto se añade la necesidad de avergonzarse ante Dios. "'A ti, Señor, nuestro Dios, la misericordia y el perdón. La vergüenza para mí y a ti la misericordia y el perdón. Este diálogo con el Señor nos hará bien hacerlo en esta Cuaresma: acusarse a sí mismo. Pidamos misericordia".