"Dios es amor" dice la Biblia. Por eso los santos al conocerlo a profundidad se llenaron de felicidad y querían que todos vivieran ese amor divino también en la tierra. Aquí algunos consejos de estos hombres y mujeres sobre cómo vivir el amor y la amistad.

La sana amistad es la base de toda relación humana que lleva a Dios y uno de los santos que más habló sobre este don fue San Juan Bosco, padre y maestro de la Juventud.

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Él solía decir: "domina tus impulsos y tendrás muchos amigos y ningún enemigo". Asimismo sugería "la dulzura en el hablar, en el obrar y en reprender, lo gana todo y a todos".

"No consideres como amigo al que siempre te alaba y no tiene valor para decirte tus defectos", enfatizaba el santo.

"Jamás reprendas a tus hermanos ni los humilles en presencia de los demás, sino avísalos siempre 'in camera caritatis', o sea dulcemente y estrictamente en privado", decía Don Bosco.

Más adelante, dos grandes hombres de Dios también sorprenderían con sus mensajes y ejemplos de amor. Uno de ellos es San Juan Pablo II quien en una ocasión dijo: "El amor será fermento de paz, cuando la gente sienta las necesidades de los demás como propias y comparta con ellos lo que posee, empezando por los valores del espíritu".

 

 

Su pontificado se caracterizó por defender el matrimonio y los hijos y por eso afirmaba que "la familia es para los creyentes una experiencia de camino, una aventura rica en sorpresas, pero abierta sobre todo a la gran sorpresa de Dios, que viene siempre de modo nuevo a nuestra vida".

En este sentido, daba la clave para que los que se aman permanezcan juntos: "A una familia que hace oración no le faltará nunca la conciencia de la propia vocación fundamental: la de ser un gran camino de comunión".

Así como San Juan Pablo II, la Beata Madre Teresa de Calcuta en su servicio con los necesitados de la India fue descubriendo "la alegría de amar" y aunque muchas veces era maltratada y humillada, ella seguía adelante con la misión que se le fue encomendada. Del fruto de estas experiencias, nacen las siguientes expresiones.

"Darle a alguien todo tu amor nunca es seguro de que te amarán de regreso, pero no esperes que te amen de regreso; solo espera que el amor crezca en el corazón de la otra persona, pero si no crece, sé feliz porque creció en el tuyo".

"Hay cosas que te encantaría oír, que nunca escucharás de la persona que te gustaría que te las dijera, pero no seas tan sordo para no oírlas de aquel que las dice desde su corazón".

 

 

Un santo que demoró en darse cuenta del verdadero amor fue San Agustín, pero con humildad reconoció que "la soberbia no es grandeza, sino hinchazón".

Él es un claro ejemplo de la sencillez de corazón que se debe tener cuando se han hecho mal las cosas en una relación y de valentía para pedir perdón y perdonar. Por eso reconoce ante Dios: "Tarde te amé, Oh Belleza siempre antigua, siempre nueva. Tarde te amé". En este sentido recomendaba: "No busques que dar. Date a ti mismo".

 

 

Muchos santos más hablaron sobre el sentido cristiano y profundo del amor, pero hay una santa a la que el mismo amor se le apareció en persona con el corazón descubierto. Ella fue Santa Margarita Alacoque, la vidente del Sagrado Corazón de Jesús.

"Habéis de mostraros mansos en llevar con paciencia los desabrimientos, genialidades y molestias del prójimo, sin desazonarnos por las contrariedades que os ocasionen; al contrario, hacedle de buen grado los servicios que podáis, porque éste es el modo de granjear la amistad y gracia del Sagrado Corazón de Jesús", exhortaba Santa Margarita.

Por último, la santa siempre recordaba "Jesucristo es el solo y verdadero amigo de nuestros corazones, que han sido creados para Él solo; por esto no pueden hallar contento, descanso, ni hartura, sino en sólo Él".