El P. Jorge Crisafulli lleva 20 años en África trabajando con los niños y jóvenes más pobres bajo la espiritualidad de San Juan Bosco. Él es el responsable de los misioneros salesianos que hay en África occidental, que engloba Ghana, Liberia, Sierra Leona y Nigeria en donde viven 210 millones de personas, el 70 por ciento menores de 25 años.
El P. Crisafulli ha presenciado la crisis del ébola con sus propios ojos y ha sido parte activa de la solución. Según explica a ACI Prensa, tan sólo en Sierra Leona hay 1.500 niños que han perdido a sus padres y hermanos a causa del ébola y que se encuentran absolutamente solos.
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Ante esa situación de emergencia el gobierno del país pidió ayuda a los salesianos para que respondieran a las necesidades de estos niños.
"El gobierno de Sierra Leona ya nos conocía por el trabajo que hacemos con los niños de la guerra y nos pidió ayuda ante esta situación. Pensábamos que serían unos 30 ó 40 niños, pero después del primer mes nos dimos cuenta de que los números eran mucho mayores de lo que imaginábamos. Ahora tenemos un albergue para 120 huérfanos del ébola", explica el P. Crisafulli.
Con ayuda de organizaciones extranjeras como Manos Unidas, los salesianos en Sierra Leona reformaron una escuela transformándola en un peculiar orfanato. Y es que al tratar con niños que han estado en contacto con infectados del ébola las medidas de precaución e higiene son extremadamente estrictas, en las que un fallo o un descuido puede ser fatal.
"Cada niño tiene su propia manija para abrir el agua de su ducha, por lo que nadie toca nada que ellos hayan tocado. Nosotros trabajamos con niños que vienen con un certificado de 'ébola free', es decir que no están infectados de ébola, pero aun así tenemos que seguir un protocolo muy estricto porque un simple error puede contagiarte", explica el sacerdote.
Y es que según precisa algunos de esos certificados que acreditan que no se está contagiado de ébola son falsos. Por eso todos los niños que llegan al albergue de los salesianos pasan por un periodo de cuarentena en la llamada 'zona A', se trata de una carpa en la que los chicos están aislados del resto. Tiene capacidad para 60 personas, pero el centro puede albergar a 120 chicos en total.
"Como este virus tiene 21 días de incubación, hay veces que se piensa que no se está infectado pero simplemente quizás los síntomas aún no se han manifestado todavía. Todos los chicos que vienen a nosotros, sean del país que sean pasan este periodo de cuarentena con enfermeras que han sobrevivido a este virus por lo que pueden cuidarles".
"Hay mediciones de temperatura cada tres horas en la zona A durante los 21 días que están los chicos allí para registrar desde el primer momento cualquier cambio en ellos", afirma el P. Crisafulli.
Los chicos que llegan allí están solos porque el ébola les ha quitado todo. Padres, madres y hermanos han muerto por este virus, sin embargo el objetivo de los salesianos es que se reintegren con su familia extendida, es decir que sus tíos o abuelos se hagan cargo de ellos. "Tenemos trabajadores sociales y voluntarios sierraleoneses que cuando llega un niño y se comprueba que está sano viajan al pueblo del que procede para encontrar a algún miembro de su familia extendida para que después pueda volver con ellos", asegura.
Sin embargo esto no es siempre posible bien porque no queda nadie vivo o porque sus familiares no quieren hacerse cargo del niño.
El salesiano cuenta que "uno de los problemas graves que del que hemos sabido recientemente es que hay veces que la familia extendida no quiere acogerlos porque quieren quedarse con las tierras de los padres que han muerto y que le corresponde al niño por único superviviente. Así lo rechazan, dicen que es brujo y que por su culpa murió toda la familia y así se quedan con las tierras del chico. Por eso hemos contratado algunos abogados para que se hagan cargo de estos problemas y así los niños tengan un futuro".
"También hay 'familias sustitutas', que es algo que nos ha funcionado muy bien con los niños de la calle. A esta familia de sustitución se le ayuda económicamente para que puedan darle de comer y lo que necesite", cuenta.
Pero mientras los voluntarios encuentran a las familias o se les busca una reubicación los niños deben salir del trauma y sanar las profundas heridas emocionales con las que llegan tras haber perdido todo de una manera tan trágica.
"Durante los primeros días que están con nosotros todos son caras largas y tristeza. Poco a poco con el calor de la acogida y el cariño se van encontrando mejor. También les hacemos expresarse en terapias grupales, que saquen la rabia y el dolor que tienen y que sienten y en esos talleres aprenden a manejar su rabia, su ira", explica.
La música y la danza juegan un papel muy importante en la recuperación emocional de los pequeños. Todos los días de 2 a 4 de la tarde los chicos del la casa de los salesianos aprenden a tocar un instrumento y mientras que otros siguen el ritmo bailando y cantando.
Según cuenta el P. Crisafulli "ahora hemos comenzado por la tarde una pequeña actividad agrícola para que tengan contacto con la tierra y ellos se sientan responsables de los alimentos que cultivan y después consumen".
Por eso el P. Crisafulli asegura que la unión en este caso también hace la fuerza: "el ébola no es solo un problema sanitario sino social, económico y sobre todo moral. Debemos trabajar unidos contra las raíces de la pobreza que son la ignorancia, la falta de educación, la corrupción. Abramos los ojos y los oídos. Sintámonos corresponsables".