Haciendo una intensa meditación sobre San Juan Bautista, que fue asesinado por el rey Herodes Antipas, el Papa Francisco recordó a los mártires de hoy que terminan sus vidas bajo autoridades corruptas que odian a Jesucristo.
Así lo dijo en la homilía de la Misa que celebró esta mañana en la capilla de la Casa Santa Marta. El Santo Padre, tras leer el Evangelio de San Marcos señaló que "cuando leo este pasaje les confieso que me conmuevo y pienso siempre en dos cosas":
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"En primer lugar, pienso en nuestros mártires, en los mártires de nuestros días, los hombres, las mujeres, los niños que son perseguidos, odiados, expulsados de sus hogares, torturados, masacrados".
"Y esto no es una cosa del pasado: esto sucede hoy. Nuestros mártires, que terminan sus vidas bajo la autoridad corrupta de gente que odia a Jesucristo. Nos hará bien pensar en nuestros mártires. Hoy pensamos en (San) Pablo Miki, pero eso sucedió en el 1600. ¡Pensemos en los de hoy! En los del 2015".
Por otra parte, continuó el Santo Padre, este abajarse de Juan "continuamente hasta la nada me hace pensar, que estamos en este camino y vamos hacia la tierra, donde todos acabaremos. Me hace pensar en mí mismo".
"También yo acabaré. Todos nosotros acabaremos. Nadie tiene la vida 'comprada'. Nosotros también, queriendo o no queriendo, vamos por el camino de la anonadación existencial de la vida, y esto, al menos a mí, me hace rezar para que esta anonadación se parezca lo más posible a Jesucristo, a su anonadación".
Sobre San Juan Bautista, a quien llamó Juan el Grande, el Pontífice dijo que él "nunca traicionó su vocación (…) consciente que su deber era sólo proclamar la proximidad del Mesías", consciente de ser "sólo la voz" porque "la Palabra era Otro": "termina su vida como el Señor, con el martirio".
Es sobre todo cuando termina en la cárcel por mano de Herodes Antipas que "el hombre más grande nacido de mujer" se hace "pequeño, pequeño, pequeño", golpeado primero por la prueba de "la oscuridad del alma" –cuando duda que Jesús sea aquel a quien ha preparado el camino– y luego cuando llega para él el momento final, ordenado por un rey fascinado y desconcertado al mismo tiempo por Juan.
El Papa Francisco explica que "al final, después de esta purificación, después de este descenso continuo en la anonadación, haciendo camino a la anonadación de Jesús, termina su vida. Ese rey desconcertado es capaz de tomar una decisión, pero no porque su corazón se haya convertido, sino porque el vino le ha dado coraje".
"Y así –subraya el Santo Padre– Juan termina su vida bajo la autoridad de un rey mediocre, borracho y corrupto, por el capricho de una bailarina y el odio vengativo de una adúltera. Así termina el Grande, el hombre más grande nacido de mujer".