Hace unos días diversos medios de comunicación alrededor del mundo informaron que en Macerata –localidad en el centro de Italia– una religiosa de clausura había llegado al hospital aduciendo dolores de estómago y que había dado a luz a un bebé. Sin embargo, tal como reveló luego la abadesa del convento, la mujer no era una novicia, sino una joven africana que había sido violada y acogida por las religiosas.
El hecho ocurrió el sábado pasado, cuando la mujer de 35 años originaria de Burundi llegó al hospital acompañada de unas religiosas del monasterio Santa Clara de San Severino. Al ser revisada, los médicos constataron que en realidad estaba embarazada y que los dolores eran señal de que estaba a punto de dar a luz.
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Sin embargo, la confusión fue alimentada porque la joven llegó vestida con ropas del convento, pero sin el velo que usan las religiosas.
La historia
Tras la confusión generada en diversos medios, la abadesa del monasterio Santa Clara de San Severino, la hermana Rosella Mancinelli, señaló que "el asunto no afecta a ninguna monja clarisa de nuestra comunidad, ni tampoco a ninguna hermana de la zona". Luego añadió que "ninguna hermana de clausura de los ocho conventos de la diócesis de Camerino-San Severino ha alumbrado a ningún hijo".
La prensa italiana comenzó a indagar en este hecho y las fuentes consultadas revelaron que en mayo pasado las monjas de clausura de Macerata acogieron en el convento a la joven de Burundi, que había sido enviada por sus hermanas de África. "Cuando llegó a San Severino ya estaba embarazada", explican la fuentes consultadas, aunque no clarifican si las clarisas africanas informaron de la situación a sus hermanas de Italia.
Luego de nueve meses, algunas de las religiosas acompañaron a la joven al hospital. De acuerdo a las fuentes, la mujer fue vestida como las hermanas, pero sin el velo tradicional.
Tras el nacimiento, el bebé fue bautizado como Irakoze, que significa "Milagro de Dios". Los médicos informaron que luego la madre reconoció que no dijo la verdad "porque tenía miedo".
Por su parte, las religiosas de San Severino indicaron que "cuando llegó en mayo ya estaba embarazada, pero no quiso decírnoslo y nosotras respetamos su secreto".
"La joven temía revelar su estado ya que hay muchas diferencias entre Italia y Burundi", añadieron las religiosas, e indicaron que la mujer "decidió quedarse con el bebé" y que ellas no tienen "nada que comentar", pues se trata de un pacto de intimidad y solidaridad.