El Obispo de Córdoba (España), Mons. Demetrio Fernández recuerda en su carta pastoral que Jesús también tuvo que salir de su país huyendo de la persecución, como es el caso de millones de refugiados que hay actualmente en el mundo, por eso ha insistido en que un "Iglesia sin fronteras, madre de todos".
"Jesús fue un emigrante y un refugiado. Tuvo que salir en brazos de María y de José de su tierra y de su casa y emigrar a Egipto, porque era perseguido por Herodes. La estancia en Egipto por parte de Jesús el Hijo de Dios durante los primeros años de su vida terrena le ha convertido en cercano especialmente a todos los que tienen que dejar su casa para mejorar sus condiciones de vida", explica el Prelado en su carta.
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En ese sentido Mons. Fernández ha precisado que "nadie puede sentirse extranjero o forastero en la Iglesia", "la Iglesia no tiene fronteras, sino que es madre de todos".
"En este domingo, Jornada mundial del Emigrante y del Refugiado, tenemos especialmente presentes a todos los que han tenido que dejar su tierra y su familia, por la razón que sea, para encontrar una situación mejor", afirma ya que según precisa el Obispo de Córdoba, "en muchas ocasiones ese tránsito se ha producido con dolor, con desgarro, a veces poniendo en riesgo la propia vida".
Y, según ha precisado, "en ese tránsito muchos han perdido la vida o han visto violada su dignidad humana", por eso el Prelado ha insistido en que "la Iglesia, que es madre, quiere serlo especialmente de sus hijos que sufren".
"Hemos de abrir los ojos para acoger con amor cristiano a todos esos hermanos nuestros que llegan a este país de mayoría católica y no son acogidos del todo. ¿Dónde está nuestra caridad fraterna? "Fui extranjero y me hospedasteis", recuerda Jesús", precisa Mons. Fernández.
El Obispo afirma que "no tenemos en nuestras manos la solución a un problema que nos desborda. El asunto de la emigración ha llegado a globalizarse, es asunto que escapa a nuestro control. Tiene raíces profundas en la injusticia con la que viven los países del Sur, que aspiran a entrar en los países del Norte más desarrollados" y precisa que "mientras no se ataje ese problema de injusticia mundial, no resolvemos casi nada".
Ha advertido de que "no debemos permitir que se nos cuele en al alma la 'globalización de la indiferencia'", es decir, "permitir que al ser un problema tan universal, nos deje indiferentes también a nosotros porque no podemos remediarlo del todo".
Por eso ha animado a ser conscientes de que "los emigrantes son personas humanas, con toda su dignidad y sus derechos, y si además son católicos, son personas que debieran sentirse en su casa al llegar entre nosotros".
También ha hecho un llamamiento a las autoridades civiles para que "regulen lo que tengan que regular en el servicio al bien común, pero respetemos todos la dignidad humana de cada persona".
"España es país fronterizo en distintas direcciones, ¿sabremos estar a la altura de nuestra situación estratégica para fomentar el respeto a la dignidad de todos los que llegan a nuestras fronteras por tierra, mar y aire?", pregunta el Prelado.