El Papa Francisco ha querido dar de nuevo relevancia al Año de la Vida Consagrada que comienza este 30 de noviembre, primer domingo de Adviento y terminará el 2 febrero de 2016, enviando una carta a todos los consagrados.
En la carta, el Santo Padre desea que "se despierte el mundo", dado que la característica principal de la vida consagrada es la profecía. La carta enumera los objetivos que tiene su celebración y se inspira en la Exhortación "Vida Consagrada" que San Juan Pablo II publicó en 1996.
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Para Francisco existen sobre todo tres objetivos en la realización de la propia vocación. Entre ellos, "mirar el pasado con gratitud" para "tener viva la propia identidad, sin cerrar los ojos a las incoherencias, fruto de las debilidades humanas y quizás también al olvido de algunos aspectos esenciales del carisma".
El segundo objetivo claro es "vivir el presente con pasión", así como "el Evangelio en plenitud y con espíritu de comunión". Por último, el tercer objetivo es "abrazar el futuro con esperanza, sin desanimarse por tantas dificultades que se encuentran en la vida consagrada a partir de la crisis vocacional".
Por otro lado, el Papa advierte de que no se debe "ceder a la tentación de los números y de la eficiencia, menos todavía a aquella de confiar exclusivamente en vuestras propias fuerzas".
"La fantasía de la caridad no conoce límites y necesita de entusiasmo para llevar el evangelio a las culturas y a los más diversos ámbitos sociales". Por ello, "saber transmitir la alegría y la felicidad de la fe vivida en la comunidad hace crecer la Iglesia por capacidad de atracción".
El Santo Padre reconoció que "es el testimonio del amor fraterno, de la solidaridad, del compartir, lo que da valor a la Iglesia. Una Iglesia que debe ser forjada por profetas, y en cuanto tal, capaz de escrutar la historia en la que vive y de interpretar los acontecimientos, denunciando el mal del pecado y las injusticias".
En la misiva, el Papa espera que los consagrados no vivan de las "utopías", sino que sepan crear "otros lugares" donde se viva la "lógica evangélica del don, de la fraternidad, de la diversidad, del amor recíproco".
Para el Papa, el Año de la Vida Consagrada es una ocasión propicia para que se dé una "estricta colaboración entre las diferentes comunidades" en la "acogida de los refugiados, en la cercanía a los pobres, en el anuncio del Evangelio, y en la iniciación a la vida de oración".
En la carta el Papa tiene también palabras para los laicos que, junto a los consagrados "comparten ideales, espíritu y misión".
Por otro lado, el Pontífice pide a los obispos que estén dispuestos a "promover en las respectivas comunidades" los "distintos carismas, sosteniendo, animando y ayudando en el discernimiento para así hacer resplandecer la belleza y la santidad de la vida consagrada en la Iglesia".