La audiencia general de este miércoles en la Plaza de San Pedro se celebró sin lluvia, aunque las horas previas, la ciudad de Roma vio cómo el agua hacía acto de presencia y empapaba los adoquines de la Plaza de San Pedro. Mientras el Papa Francisco realizó su tradicional recorrido en papamóvil, un grupo numeroso de peregrinos latinoamericanos le cantaron el popular "cielito lindo".
El Santo Padre centró su catequesis en las virtudes que deben tener un buen obispo, un buen sacerdote y un buen diácono. "¿Qué se pide a estos ministros de la Iglesia para que puedan vivir en modo auténtico y fecundo el propio servicio?", cuestionó.
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"San Pablo, en sus cartas pastorales, además de una fe firme y una vida espiritual sincera, enumera algunas cualidades humanas, esenciales para estos ministerios: la acogida, la sobriedad, la paciencia, la afabilidad, la bondad de corazón… cualidades, que hacen posible que su testimonio del Evangelio sea alegre y creíble", destacó en la Plaza de San Pedro.
Para el Papa "éste es el alfabeto, la gramática de base de todo obispo o sacerdote" y "sin esta predisposición no es posible ofrecer un servicio y un testimonio realmente creíble y gozoso".
"El Apóstol recomienda, además, reavivar continuamente el don que han recibido por la imposición de manos. La conciencia de que todo es don, todo es gracia, los ayuda a no caer en la tentación de ponerse en el centro y de confiar sólo en ellos mismos".
El Santo Padre dijo luego: "¡ay si un obispo, sacerdote o diácono pensase que lo sabe todo, que siempre tiene la respuesta justa para cada cosa y que no necesita de nadie!"
"Aún en la conciencia de ser llamado a custodiar con valentía el depósito de la fe, él se pondrá en escucha de la gente. Es consciente, de hecho, que siempre tiene algo que aprender, incluso de aquellos que pueden estar todavía alejados de la fe y de la Iglesia. Con sus propios hermanos, después, todo esto debe llevar a asumir una actitud nueva, encaminada al compartir, a la corresponsabilidad y a la comunión", explicó.
Es por esta razón que "no, no es obispo, presbítero o diácono porque sea más inteligente o tenga más talentos que los demás, sino en virtud del poder del Espíritu Santo y para el bien del santo Pueblo de Dios".
Por lo tanto, "la actitud de un ministro no puede ser nunca autoritaria, sino misericordiosa, humilde y comprensiva", es más, "uno no es obispo, presbítero o diácono porque sea más inteligente o tenga más talentos que los demás, sino en virtud del poder del Espíritu Santo y para el bien del santo Pueblo de Dios".
De hecho, un obispo "no podrá asumir nunca una actitud autoritaria, como si toda la comunidad estuviese a sus pies", por lo que "no deberá caer en la tentación de colocarse en el centro de la atención y confiar sólo en sí mismo".
"Los pastores deberán ser "imagen viva de la comunión y del amor de Dios", recalcó.