Holly Ordway es una catedrática universitaria que se proclamaba atea y creía que "la gente inteligente no podía llegar a ser cristiana", que la fe estaba bien para otras personas, sin embargo, la lectura de autores católicos como JRR Tolkien y CS Lewis le hicieron descubrir la riqueza del cristianismo y así llegar a Dios.
Así lo cuenta Ordway en su libro "Not God's Type: An Atheist Academic Lays Down Her Arms" (No del tipo de Dios: Una académica atea depone sus armas), y que ahora trabaja en el programa de Masters en Apologética de la Universidad Bautista de Houston (Estados Unidos).
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En declaraciones al sitio web The Blaze, la ex atea explica que "el título (del libro) refleja mi actitud antes de ser cristiana", cuando consideraba que Dios no existía y que no era algo para ella, sino que estaba "bien para otras personas".
Incluso recuerda que para ella la Biblia era más una pieza de literatura antigua que algo que mereciera ser seguido o reverenciado y que incluso una vez llegó a creer que "la gente inteligente no llegaba a ser cristiana"; algo que ahora rechaza.
En la entrevista, explicó que su ateísmo estaba influenciado por "la actitud de la cultura general". Recordó que creció en un hogar "nominalmente" cristiano, pero que realmente no era religioso. Posteriormente en la universidad acogió la "suposición general de que el secularismo era simplemente verdadero" y que el naturalismo y la evolución lo explicaban todo.
"La fe estaba bien para la gente que la tomaba como un pasatiempo o algo cultural", indicó al recordar que le tomó diez años comenzar a hacerse las preguntas que la llevaron del ateísmo al ámbito cristiano. Aunque señaló que haber leído a autores cristianos como JRR Tolkien y CS Lewis durante su niñez y los años de universidad le habían impactado a pesar de no considerarse creyente.
Así, cuando se mudó a California para tomar un trabajo como profesora, halló otros poetas y escritores cristianos con los cuales fue profundizando en los temas teológicos.
Poco a poco "la gracia de Dios fue obrando" y cuando tomó su nuevo trabajo en California, la enseñanza de literatura y la lectura de poetas cristianos le fueron mostrando respuestas de "un nivel mucho más profundo".
"Estaba asumiendo que no podías ser un cristiano inteligente (pero) ¿cómo podían estos hombres talentosos (creer estas cosas)?", se preguntó.
Así, se embarcó en un nuevo viaje para descubrir lo que escritores como Tolkien y Lewis decían cuando hablaban sobre la fe. Conforme ella se preguntaba sobre las claves del cristianismo, las respuestas comenzaron a tomar sentido y empezó a encontrar evidencias bastante convincentes.
"Llegué al punto donde acepté que Jesús era el hijo de Dios y que murió y resucitó, pero no era el punto donde tomé la decisión de seguirlo", explicó.
Entonces, una noche se despertó a las 2:00 de la madrugada en medio de su cuestionamiento espiritual, después de haber tenido un sueño sobre Jesús, un sueño que Ordway dice que ocurrió probablemente porque su mente que seguía pensando en los temas religiosos. En esto, se recordó a sí misma observando a los turistas visitando la tumba de Jesús.
"Pensé: 'Nadie iría a ver la tumba. Él se ha ido", señaló.
Cuando se despertó del sueño, se dio cuenta por primera vez que creía en que Cristo había muerto y resucitado y en todo lo que decía el mensaje cristiano, pero tenía miedo de asumir un compromiso total.
Sin embargo, decidió hacerlo de todos modos, ya que sentía profundamente que la fe que había rechazado durante mucho tiempo era real. Ordway oró poco después de aceptar a Cristo en su vida y comenzó a vivir de una forma completamente nueva.
Dijo que si bien había tratado como atea vivir una vida moral, fue la incapacidad de conciliar su moralidad con el ateísmo una de las cosas que la llevaron al cristianismo.
La académica afirmó que esta transición transformó su vida, y si bien inicialmente ingresó a la confesión evangélica, finalmente se convirtió en católica al ver que se identificaba mucho más con las enseñanzas de la teología católica.
"Miro atrás, cuando no era cristiana, y miro ahora que lo soy, y pienso que la gracia de Dios es inmensamente transformadora". "Tengo una mayor comprensión de quién es Él, la conciencia de mis propios pecados, una mayor capacidad para ser paciente, para amar", afirmó.