El Papa Francisco recibió ayer por la tarde a una delegación de eritreos supervivientes del naufragio en el que hace un año en la costa de Lampedusa fallecieron 368 emigrantes, así como a algunos familiares de las víctimas.
La delegación estaba formada por 37 personas -20 supervivientes y algunos familiares- procedentes de diversos países europeos donde han sido acogidos, a menudo por sus parientes que ya residían allí, como en Alemania, Suecia, Noruega, Países Bajos y Dinamarca.
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Mañana, viernes 3 de octubre, la delegación a la que se unirán otros sobrevivientes del suceso, participará en Lampedusa en una conmemoración de ese trágico episodio. Hace pocos días se ha presentado en el parlamento italiano una propuesta de ley para que el 3 de octubre se declare ''Jornada en recuerdo de las víctimas del mar''.
La delegación estaba organizada por el ''Comité 3 de octubre'' que preside Tareke Brhane, un refugiado eritreo que vive en Roma y presta ayuda a los emigrantes y prófugos y la acompañaban el Arzobispo Konrad Krajewski, Limosnero Pontificio y el Padre Giovanni Lamanna, ex presidente del Centro Astalli, la sede italiana del Servicio de los Jesuitas para los Refugiados-JRS, una organización católica internacional activa en más de 40 países.
Durante el encuentro, que tuvo lugar en una sala adyacente al Aula Pablo VI, uno de los refugiados se dirigió al Papa pidiendo su ayuda para, entre otras cosas, lograr el reconocimiento de los cadáveres que en algunos casos todavía no se ha podido llevar a cabo; mientras que una joven dio las gracias a Francisco por su interés y su ayuda a los emigrantes y refugiados.
El Papa, muy emocionado, dijo a los presentes: ''He oído cosas que no se pueden decir porque no hay palabras para hacerlo. Todo lo que han sufrido se contempla en silencio, se llora y se busca una forma para estar cerca de vosotros".
"A veces, cuando parece que se ha llegado al puerto hay situaciones muy duras. Se encuentran puertas cerradas y no se sabe adónde ir. Pero también hay muchas personas que les abren sus corazones. Y la puerta del corazón es la más importante en esos momentos. ¡Pido a todos los hombres y mujeres de Europa que abran las puertas del corazón!...Quiero decir que estoy cerca de vosotros y que rezo por vosotros, rezo para que las puertas cerradas se abran''.
La delegación regaló a Francisco una escultura de hierro: una botella en el mar dentro de la que está metida una familia. Al final, el Papa saludó personalmente a cada uno de los presentes.