El Cardenal Fernando Filoni, enviado especial del Papa Francisco para Irak, fue recibido este jueves por el Santo Padre para transmitirle las situaciones vividas por los cristianos y otras minorías a raíz de las persecuciones del Estado Islámico, experiencias que fueron acogidas por el Pontífice con el corazón.
En declaraciones a Radio Vaticana, el Purpurado dijo que apenas llegó del Medio Oriente, el Papa quiso recibirlo. "Esto muestra su sensibilidad, para conocer directamente de mí lo que vi y sentí después de visitar a nuestros cristianos, a los yazidíes, durante la semana que estuve en Irak", expresó.
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El también Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los pueblos precisó que el Papa lo escuchó muy atentamente y "me dejó hablar ampliamente y obviamente llevó al corazón todas las situaciones de las que le hablé: las expectativas de nuestros cristianos, las preocupaciones y las que líneas adoptadas por la Iglesia local. El Santo Padre estuvo muy atento y partícipe de lo que le dije".
Respecto a la situación que están viviendo estas minorías, el Cardenal Filoni cree que ya todos son conscientes de la urgencia inmediata de ubicar a estas familias desplazadas, ya que todos pudieron ver la difícil situación en la que estas personas están viviendo.
Dijo que todos se preguntan cuánto durará esta situación y qué les espera. "Y sobre esto obviamente tenemos las esperanzas, pero después debemos ver en la realidad. Cierto, nuestros cristianos, muchos de los cuales desean volver, quieren que al volver, los pueblos tengan un cinturón de seguridad, y piden que sea posiblemente internacional, que garantice la vuelta a su vida normal", indicó el Purpurado.
"Estoy contento de haber podido hacer esta misión humanitaria, porque para mí fue un regreso a esta tierra que conozco y que amo desde hace mucho tiempo, volver a ver una vez más a tantas personas que están comprometidas en actividades de ayuda, y después de dar también una palabra de esperanza, de confianza, de ánimo", expresó el Cardenal que fue Nuncio Apostólico en Irak y el único diplomático que se quedó en Bagdad durante la Guerra del Golfo, cuando todas las embajadas habían evacuado a sus funcionarios.
Los iraquíes desplazados "necesitaban que se los escuchara. Por tanto, escucharles es muy útil para conocer sus aspiraciones, pero fue útil también porque para ellos ha sido como un deshago: '¿quién escucha nuestras preocupaciones?' '¿quién las oye?'"
Indicó que también fue un viaje intenso a nivel espiritual, "porque estar junto al sufrimiento de tantos hermanos y hermanas ayuda a no ver estos problemas de lejos como cosas que no nos afectan, y por tanto a ser partícipes".
Aunque se está hablando de 120 ó 130 mil desplazados, el Cardenal manifestó que vio rostros, no números. "Sus rostros eran los de gente que mira al vacío, dispersos en un futuro que no tiene forma de ser comprensible".
A propósito, invitó a pensar que una mujer en Medio Oriente siempre ha necesitado de la presencia de un hombre -sea un padre, un hermanos, o un esposo- que sea casi la garantía de su vida según su cultura. Ahora, quien no tiene ya una persona -un hombre- que pueda cuidarla, ¿qué futuro tendrá?, se preguntó.
"No es como en Occidente, donde una mujer puede también construirse una vida con sus propias capacidades y con la propia fuerza. Por tanto, esto da mucha, mucha pena; la mirada de estas mujeres sentadas, desplomadas, privadas de expresión, era muy impresionante", concluyó el Purpurado.