El P. Juan Ricardo Romero –actualmente jubilado-, afirma que tomó la decisión de ser sacerdote a los tres o cuatro años de edad luego de un episodio familiar que ahora recuerda como una broma, pero que lo ayudó a tomar una dirección de la cual "estoy muy agradecido".
Este hecho sucedió cuando radicaba con su familia en Albuquerque, Nuevo México (Estados Unidos). Sus padres habían invitado a un sacerdote jesuita a bendecir la casa. "El sacerdote bendijo la casa", relata, "dijo unas oraciones y, al terminar mi madre, que era buena cocinera, sirvió una comida deliciosa". Al verlo, el pequeño Juan se dijo: "Vino a casa, dijo unas oraciones y se le da de comer. ¡Qué bueno! Yo también quiero ser sacerdote".
Recibe las principales noticias de ACI Prensa por WhatsApp y Telegram
Cada vez es más difícil ver noticias católicas en las redes sociales. Suscríbete a nuestros canales gratuitos hoy:
Años después, tal como cuenta el sacerdote a Vida Nueva –sitio informativo de la Arquidiócesis de Los Ángeles- esta vocación no ha tambaleado a pesar de los "altos, bajos y curvas que he encontrado en mi camino. A pesar de los malos ratos pasados. Nunca quise ser otra cosa y estoy muy agradecido".
Originario de Taos, el pequeño Juan Ricardo se muda a los cinco años de edad de Albuquerque a Los Ángeles por motivos de trabajo de su padre, instalándose a una cuadra de la Iglesia del Sagrado Corazón porque "para mi padre era importante estar cerca de una iglesia para poder acceder fácilmente a la misa diaria".
Sus padres, José Tobías y María Claudia, tuvieron antes otros dos hijos varones: José Tobías y Gilberto. El segundo también sintió el llamado vocacional, ordenándose en 1961. Juan lo hizo el 30 de abril de 1964.
Tal como relata el sacerdote, este hecho no es raro en un ambiente familiar religioso, donde tienen la costumbre de rezar el Rosario todos los días después de la cena.
La vocación del padre
Este ambiente profundamente religioso, recordó el P. Juan Ricardo, hizo que dos años después de haber enviudado, su padre José Tobías se ordenara sacerdote claretiano a los 61 años de edad, sirviendo a la comunidad casi por 20 años entre La Placita y la Misión de San Gabriel, donde está enterrado.
El P. Juan dijo que para estar seguros de la vocación su padre, él y su hermano lo sometieron a interrogatorio. Se apoyaron mutuamente.
"De esta forma –afirmó Vida Nueva-, su caso familiar pone en evidencia que Dios puede llamar a cualquier edad, que los calendarios y horarios no cuentan. Como en la parábola de los llamados a trabajar en su viña a diversas horas del día".
La historia completa del sacerdote puede leerse en http://www.vida-nueva.com/noticia/8076/0/0/dios-no-tiene-limites-de-edad-para-llamar-al-sacerdocio