En diversos lugares personas como brujos o chamanes, y en algunos casos hasta estudiantes de medicina negocian con huesos humanos, para lo cual no dudan en profanar tumbas en los cementerios o en enviar a otros para que lo hagan. Hace unos días, un grupo de jóvenes en Colombia profanó la de un muchacho que había muerto tiempo atrás, lo que generó una serie de titulares en la prensa de ese país.
La profanación se dio en el cementerio central de Cali, cuando un grupo de muchachos que acompañaban un funeral, se dirigieron a otra tumba, rompieron la lápida y sacaron el cadáver de un joven para tratar de quemarlo.
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El general Hoover Penilla de la policía Cali dijo al respecto que "hemos comprobado que el cadáver llevaba cerca de dos meses enterrado y que correspondía a un joven que pertenecía a una pandilla rival de la otra. De acuerdo con las versiones de los vigilantes del cementerio, aproximadamente diez menores de edad que acompañaban un sepelio, fueron hasta la tumba y luego de sacar el féretro trataron de incinerarlo, cosa que se pudo evitar"
La respuesta de la Iglesia
Al respecto el Arzobispo de Cali, Mons. Darío De Jesús Monsalve, explica que "un cadáver es el despojo mortal de la persona difunta, cuya vida espiritual pasa a existir en el destino que Dios le conceda, más allá de nuestro conocimiento y de nuestra libertad humana".
"Con las exequias eclesiásticas, la Iglesia obtiene para los difuntos la ayuda espiritual divina, consuela a sus deudos y honra los cuerpos como 'templos' terrenales del espíritu humano y, por la verdadera fe, templos del Espíritu Santo de Dios".
En el texto publicado por la Conferencia Episcopal de Colombia, Mons. Monsalve precisa luego que "profanar los cementerios, un cadáver o un acto de exequias, es una injuria grave y escandalosa contra lo sagrado, que pone de manifiesto la perversidad en la que puede caer una persona o, más gravemente aún, un grupo o una 'auto-organización' de grupos marginales, excluidos y desbordados dentro de una sociedad que descuida así a sectores vulnerables de su población".
Sobre lo ocurrido en el cementerio central de Cali, el Arzobispo dijo que "se trató de un acto, técnicamente calificable como 'necro-sadismo' o destrucción de un cadáver para desahogar la venganza y aumentar la medida de la ofensa a un difunto. Una grave 'enfermedad' o variable epidémica del virus de la violencia, tan inoculado en mentes y sicologías de personas y colectivos".
Tras alentar a la sociedad para que genere "modelos alternativos a los de las pandillas y la barbarie", el Prelado afirmó que "la violencia sobre un cadáver en el cementerio es una bofetada espantosa a toda la sociedad. ¿Hasta cuándo?".