En una historia recogida en el libro autobiográfico de William Buckley, "Más cerca, mi Dios", recogida en un post en el National Catholic Register, se relata la historia de un sacerdote que sacrificó su vida para acompañar a un grupo de pasajeros del barco Lancastria, hundida por los alemanes en 1940, en una tragedia marítima que cobró más muertes que el Titanic y el Lusitania juntos.
Buckley atribuye la "historia apasionante" al fallecido actor británico David Niven, quien sirvió en la II Guerra Mundial.
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Niven, recordó Buckley en su libro, le habló de un grupo de personal de la Fuerza Armada Real que había quedado atrapado en tierra, junto a trabajadores de la Cruz Roja y personal de la embajada del Reino Unido en París.
"Para cuando llegaron a Saint-Nazaire, en la desembocadura del Loira, había más de tres mil de ellos y el gobierno británico envió un viejo transatlántico, llamado el Lancastria, para venir y llevárselos, con tres destructores para protegerla. Apenas estaban tirando el ancla cuando llegaron tres bombarderos en picado".
A pesar de la defensa de los destructores, una bomba golpeó el barco, creando un gran agujero en uno de los lados, y comenzó a hundirlo.
"En la bodega (del barco) había varios cientos de soldados. Ahora no había manera de que pudieran salir", recordó, "y ahí vino mi propio favorito Buen Samaritano, sacerdote católico, un hombre joven en uniforme de la Real Fuerza Aérea. Se sujetó de una cuerda y se dejó caer en la bodega para dar aliento y ayudar a los cientos de hombres en su última y fatídica hora".
"'¿Sabiendo que no podía salir?' Sabiendo que nunca ni él ni ellos (los soldados) podrían salir, El barco se hundió y todos en esa bodega murieron".
Niven le contó a Buckley que "las demás personas fueron recogidas por los destructores y volvieron a Inglaterra al regimiento en el yo que estaba, y tuvimos que cuidar de ellos, y muchos de ellos me dijeron que se estaban rindiendo en ese momento, en el aceite y la lucha, y lo único que los mantuvo fue el sonido de los soldados en la bodega cantando himnos".
Winston Churchill habría escondido la noticia de las muertes de miles de hombres –se estiman más de 4 mil– para no dañar la moral del pueblo británico.