El Papa Francisco tuvo este jueves un encuentro con Su Santidad Aram I, Católicos de la Iglesia Armenia Apostólica de Cilicia, a quien agradeció su compromiso por lograr la unidad de los cristianos y afirmó que el sufrimiento de los mártires armenios debe ser venerado "como las heridas del mismo cuerpo de Cristo".
En su discurso, Francisco señaló que Su Santidad Aram I representa "una parte del mundo cristiano marcada profundamente por una historia de pruebas y de sufrimientos, aceptados valerosamente por amor de Dios. La Iglesia Apostólica Armenia se ha visto obligada a ser un pueblo peregrino, experimentando así, de forma singular, el propio estar en camino hacia el Reino de Dios".
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"La historia de emigración, persecución y martirio de tantos fieles ha dejado heridas profundas en el corazón de todos los armenios. Tenemos que considerarlas y venerarlas como las heridas del mismo cuerpo de Cristo: precisamente por eso son también motivo de esperanza inquebrantable y de confianza en la misericordia que procede del Padre", expresó.
El Papa afirmó que así como los cristianos de Medio Oriente necesitan "confianza y esperanza" ante la violencia que viven, también "las necesitamos" los cristianos "que no tenemos que enfrentarnos a esas dificultades, pero que a menudo corremos el peligro de perdernos en el desierto de la indiferencia y del olvido de Dios, o de vivir en conflicto entre hermanos, o de sucumbir en nuestras batallas interiores contra el pecado".
"Como seguidores de Cristo tenemos que aprender a llevar unos el peso de los otros, con humildad, ayudándonos así mutuamente a ser más cristianos, más discípulos de Jesús. Caminemos, pues, juntos en la caridad, como Cristo nos amó y se ofreció por nosotros".
Francisco exhortó a invocar al Espíritu Santo, "en estos días que preceden Pentecostés", para que "renueve la faz de la tierra y sea fuerza para restañar las heridas del mundo y reconciliar el corazón de cada ser humano con el Creador. Y que sea él, el Paráclito, el que inspire nuestro camino hacia la unidad, el que nos enseñe como alimentar los lazos de fraternidad que ya nos unen en el único bautismo y en la única fe".
Después del encuentro, el Católicos y el Papa fueron a rezar juntos a la capilla Redemptoris Mater.
¿Qué es el genocidio armenio?
El genocidio u holocausto armenio fue la deportación forzosa y exterminio de un número indeterminado de civiles armenios (católicos), calculado aproximadamente entre un millón y medio y dos millones de personas, por el Imperio turco desde 1915 hasta 1923.
Se caracterizó por su brutalidad en las masacres y la utilización de marchas forzadas con las deportaciones en condiciones extremas, que generalmente llevaba a la muerte a muchos de los deportados.
La fecha del comienzo del genocidio se conmemora el 24 de abril de 1915, el día en que las autoridades otomanas detuvieron a 235 miembros de la comunidad de armenios en Estambul; en los días siguientes, la cifra de detenidos ascendió a 600.
Posteriormente, una orden del gobierno central estipuló la deportación de toda la población armenia, sin posibilidad de cargar los medios para la subsistencia, y su marcha forzada por cientos de kilómetros, atravesando zonas desérticas en las que la mayor parte de los deportados pereció víctima del hambre, la sed y las privaciones, a la vez que los sobrevivientes eran robados y violados por los gendarmes que debían protegerlos, a menudo en combinación con bandas de asesinos y bandoleros.
Aunque la República de Turquía, sucesora del Imperio otomano, no niega que las masacres de civiles armenios ocurrieron, no admite que se trató de un genocidio, arguyendo que las muertes no fueron el resultado de un plan de exterminio masivo, sistemático y premeditado dispuesto por el Estado otomano.
Para Turquía, estas muertes se debieron a las luchas interétnicas, las enfermedades y el hambre durante el confuso periodo de la Primera Guerra Mundial. Pese a esta tesis, casi todos los estudiosos –incluso algunos turcos– opinan que los hechos encajan en la definición actual de genocidio.