En la homilía de la Misa en el Cenáculo del Jerusalén, el Papa Francisco explicó las siete claves que este importante lugar, en donde el Señor celebró la Última Cena y en donde descendió el Espíritu Santo en Pentecostés, tiene para los cristianos.
Esta Misa reviste una particular importancia porque los católicos no pueden celebrar normalmente la Eucaristía en este lugar, debido a las prohibiciones de las autoridades gubernamentales. La celebración de hoy con el Santo Padre se realiza gracias a un permiso especial concedido para la ocasión. Los judíos consideran además que los cristianos no pueden "interferir" aquí porque afirman, desde el siglo XII, que este lugar está construido sobre la tumba del rey David.
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Tras recordar que en este lugar nació la Iglesia para renovar la faz de la tierra, con el Espíritu Santo y los Apóstoles, el Papa señaló que "el Cenáculo nos recuerda el servicio, el lavatorio de los pies, que Jesús realizó, como ejemplo para sus discípulos. Lavarse los pies los unos a los otros significa acogerse, aceptarse, amarse, servirse mutuamente. Quiere decir servir al pobre, al enfermo, al excluido".
"El Cenáculo nos recuerda, con la Eucaristía, el sacrificio. En cada celebración eucarística, Jesús se ofrece por nosotros al Padre, para que también nosotros podamos unirnos a Él, ofreciendo a Dios nuestra vida, nuestro trabajo, nuestras alegrías y nuestras penas…, ofrecer todo en sacrificio espiritual".
El Santo Padre dijo luego que "el Cenáculo nos recuerda la amistad. 'Ya no les llamo siervos –dijo Jesús a los Doce-… a ustedes les llamo amigos'. El Señor nos hace sus amigos, nos confía la voluntad del Padre y se nos da Él mismo. Ésta es la experiencia más hermosa del cristiano, y especialmente del sacerdote: hacerse amigo del Señor Jesús".
"El Cenáculo nos recuerda la despedida del Maestro y la promesa de volver a encontrarse con sus amigos. 'Cuando vaya…, volveré y les llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estén también ustedes'. Jesús no nos deja, no nos abandona nunca, nos precede en la casa del Padre y allá nos quiere llevar con Él".
El Papa Francisco resaló asimismo que "el Cenáculo recuerda también la mezquindad, la curiosidad –'¿quién es el traidor?'-, la traición. Y cualquiera de nosotros, y no sólo siempre los demás, puede encarnar estas actitudes, cuando miramos con suficiencia al hermano, lo juzgamos; cuando traicionamos a Jesús con nuestros pecados".
"El Cenáculo nos recuerda la comunión, la fraternidad, la armonía, la paz entre nosotros. ¡Cuánto amor, cuánto bien ha brotado del Cenáculo! ¡Cuánta caridad ha salido de aquí, como un río de su fuente, que al principio es un arroyo y después crece y se hace grande… Todos los santos han bebido de aquí; el gran río de la santidad de la Iglesia siempre encuentra su origen aquí, siempre de nuevo, del Corazón de Cristo, de la Eucaristía, de su Espíritu Santo".
El Pontífice aseguró que "el Cenáculo, finalmente, nos recuerda el nacimiento de la nueva familia, la Iglesia, constituida por Cristo resucitado. Una familia que tiene una Madre, la Virgen María. Las familias cristianas pertenecen a esta gran familia, y en ella encuentran luz y fuerza para caminar y renovarse, mediante las fatigas y las pruebas de la vida. A esta gran familia están invitados y llamados todos los hijos de Dios de cualquier pueblo y lengua, todos hermanos e hijos de un único Padre que está en los cielos".
"Éste es el horizonte del Cenáculo: el horizonte del Resucitado y de la Iglesia. De aquí parte la Iglesia en salida, animada por el soplo del Espíritu. Recogida en oración con la Madre de Jesús, revive siempre la esperanza de una renovada efusión del Espíritu Santo: Envía, Señor, tu Espíritu, y renueva la faz de la tierra".
Para leer la homilía completa, ingrese a: http://www.aciprensa.com/noticias/texto-homilia-del-papa-francisco-en-la-misa-que-celebro-en-el-cenaculo-de-jerusalen-77325/