Este domingo 25, durante la segunda jornada de su viaje a Tierra Santa, el Papa Francisco visitará la Basílica de la Natividad, otro hecho significativo, tal como fue la visita que realizó el sábado al río Jordán, lugar donde fue Jesús fue bautizado.
San Lucas nos narra que María y José vivían en Nazaret y tuvieron que realizar un viaje a Belén para empadronarse como lo había ordenado el Emperador Augusto. En esos días, María estaba pronta al alumbramiento y le llegó la hora del parto. José buscó posada pero nadie lo recibió, por lo que tuvieron que pasar la noche en un establo, donde nació Jesús.
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En memoria de ese acontecimiento es que se construyó en el Siglo IV la Basílica de la Natividad, sobre una cueva rocosa donde de acuerdo a la tradición nació Cristo. El Emperador romano Constantino ordenó levantar el edificio a pedido de su madre Elena. Sin embargo, esta primera construcción fue destruida y reconstruida en el año 505 por el emperador Justiniano.
Este lugar no ha estado libre de las guerras, cuyas consecuencias ha llevado a algunas modificaciones en la construcción. En el siglo VII los ejércitos islámicos destruyeron varios templos cristianos a excepción de esta Basílica, gracias a un mosaico de los Reyes Magos que había en la entrada. Luego, en el siglo XVII se modificó la entrada para que los musulmanes no entraran a caballo con el fin de destruirla, quedando como ingreso una puerta baja y estrecha.
Bajo la parte central de la Basílica el Papa Francisco encontrará la gruta de trece metros de largo por tres de ancho, donde se encuentra la capilla del Pesebre y, en el suelo, una estrella de plata que indica el lugar donde María se habría recostado para dar a luz a Jesús.
Esta Basílica es compartida por diferentes confesiones cristianas y custodiada por los franciscanos desde el año 1347.