A pocos días para la visita del Papa Francisco a Tierra Santa prevista del 24 al 26 de mayo, el Patriarca latino de Jerusalén, Fouad Twal, ha subrayado la importancia de caminar sobre los pasos del Papa Pablo VI hacia la unidad de los cristianos.
En el prefacio del libro "Pablo VI peregrino en Tierra Santa", escrito por Roberto Orlandi y publicado por el diario de la Santa Sede, L'Osservatore Romano, el Patriarca Twal recalcó que la visita "sorpresiva del Papa Pablo VI a Tierra Santa en enero de 1964, al final del segundo período conciliar, subraya la importancia histórica y profética de este viaje, que después de tantos siglos, fue definitivamente histórico para un nuevo comienzo en las relaciones con la iglesia ortodoxa".
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"Sabemos que es difícil dar el primer paso, empezar algo nuevo. Entonces fue verdaderamente un nuevo comienzo, el comienzo de una reconciliación", señaló recordando el encuentro amistoso en Tierra Santa entre el Papa Pablo VI y el patriarca Atenágoras, de Constantinopla, hace 50 años.
"Y siguieron otros pasos concretos en este camino, basta recordar, en la víspera de la clausura de los trabajo del Concilio, la desaparición de la memoria de la Iglesia de Roma y Constantinopla las excomuniones interpuestas en 1054 con el lanzamiento de una nueva era entre las dos Iglesias hermanas. Otro signo importante de este 'diálogo de la caridad' es la feliz tradición anual de visitas entre Roma y Constantinopla, que prevén una presencia recíproca en la Catedral de San Jorge para la fiesta de la Basílica de San Andrés y de San Pedro para la fiesta de los Santos Pedro y Pablo", añadió.
El Patriarca Twal explicó que "la realidad cotidiana de nuestra relación sigue siendo difícil", pero "sin embargo, se ha lanzado una semilla importante que debemos seguir cultivando con la oración por el otro, con todo respeto, con el reconocimiento mutuo". "Los frutos estuvieron ahí, aunque tal vez no los que esperábamos: podemos continuar el viaje", recalca.
En este sentido expresó que no podemos eliminar de un golpe tantos siglos de separación, "es comprensible que las semillas sembradas después germinen lentamente". "Para cada cosa se necesita un tiempo, a menudo somos impacientes y a veces no sabemos recoger los verdaderos frutos".
Entre los frutos recogidos, el Patriarca Twal pone de relieve la unificación de las fiestas de los católicos con los ortodoxos, al menos en lo que se refiere a Jordania, Siria y Egipto. "El mismo impulso fue transmitido a Palestina e Israel. El calendario se ha mejorado, desde el año pasado se ha extendido al territorio de nuestra diócesis en Israel, excluyendo los santos lugares en Jerusalén y Belén, debido al Status quo y la llegada constante de peregrinos que esperan unirse al resto de las celebraciones de la Iglesia Católica en todo el mundo".
Por último, recordó el último Sínodo de los obispos para el Medio Oriente de 2010, donde surgieron varias propuestas dirigidas a mejorar el patrimonio litúrgico y la santidad de las diferentes tradiciones.
"Sobre todo no olvidamos los frutos más ocultos, a veces invisibles, pero no por ello menos reales: cada esfuerzo entre diferentes miembros de diferentes Iglesias en crecer en lazos personales de amistad o de orar juntos, especialmente en la situaciones difíciles, de persecución, guerra, que todavía continúan".
"El Papa Francisco lo destacó en más de una ocasión: en nuestros días, quizás más que en el pasado, hay un ecumenismo de sangre, de martirio. No podemos olvidarlo". "Comprometámonos cada día a caminar siempre hacia la unidad deseada", concluyó.