"La diferencia entre los héroes y los santos es el testimonio, la imitación de Jesucristo", afirmó el Papa Francisco durante la Misa matutina celebrada en la Casa Santa Marta, donde indicó que el Señor elige a personas "en las que se puede ver claramente su trabajo para santificar", como San Pablo y San Juan Pablo II.
"En esta Iglesia santa el Señor elige a algunas personas para hacer ver mejor la santidad, para mostrar que es Él el que santifica, que nadie se santifica a sí mismo, que no hay un curso para llegar a ser santo, que ser santo no es hacer el fakir o algo por el estilo ... ¡No! ¡No es así! La santidad es un don de Jesús a su Iglesia y, para mostrar esto, Él elige a personas en las que se puede ver claramente su trabajo para santificar", expresó el Papa.
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En su homilía, el Santo Padre reflexionó sobre la conversión de San Pablo, que después de haber sido enemigo de la Iglesia llegó a ser santo, y explicó que quiere decir la afirmación de que "la Iglesia es santa".
"Pero ¿cómo puede ser santa si todos estamos dentro de ella? Todos somos pecadores aquí. ¡Es la Iglesia la que es santa! Nosotros somos pecadores, pero ella es santa. Es la esposa de Jesucristo y Él la ama, Él la santifica, la santifica cada día con su sacrificio Eucarístico, porque la ama tanto. Y nosotros somos pecadores, pero en una Iglesia santa. Y también nosotros nos santificamos con esta pertenencia a la Iglesia: somos hijos de la Iglesia y la Iglesia Madre nos santifica, con su amor, con los Sacramentos de su Esposo", señaló.
En sus cartas, recordó el Papa, "San Pablo habla a los santos, a nosotros pecadores, pero hijos de la Iglesia santa, santificada por el Cuerpo y la Sangre de Jesús".
En ese sentido, recordó que en el Evangelio hay muchos ejemplos de santos, como María Magdalena, de quien Jesús había expulsado siete demonios; Mateo, "que era un traidor de su pueblo y cobraba el dinero para dárselo a los romanos"; Zaqueo y muchos otros que hacen que todos vean cuál es "la primera regla de la santidad: es necesario que Cristo crezca y que nosotros disminuyamos".
Es "la regla de la santidad: la humillación nuestra, para que el Señor crezca", afirmó el Papa. Recordó que Saulo era un perseguidor de la Iglesia, pero el Señor lo espera y le hace sentir su poder. Saulo "se vuelve ciego y obedece", y de grande que era "¡se vuelve como un niño: obedece!", y corazón cambia.
"Pero Pablo no se convierte en un héroe porque él, que había predicado el Evangelio en todo el mundo, termina su vida con un pequeño grupo de amigos, aquí en Roma, víctima de sus discípulos".
"Una mañana fueron a donde él 3, 4, 5 soldados, se lo llevaron y le cortaron la cabeza. Simplemente. Él que era un grande, él que había ido por todo el mundo termina así". "Disminuye, disminuye, disminuye...".
Por tanto, señaló, "la diferencia entre los héroes y los santos es el testimonio, la imitación de Jesucristo", seguir el camino de la cruz. Los grandes santos, afirmó, acaban humildemente, como fueron los últimos días de San Juan Pablo II.
"Ya no podía hablar, el gran atleta de Dios, el gran guerrero de Dios termina así: doblegado por la enfermedad, humillado como Jesús. Éste es el camino de la santidad de los grandes. Y es también el camino de nuestra santidad".
"Si no nos dejamos convertir el corazón por este camino de Jesús – llevando la cruz cada día, la cruz ordinaria, la cruz sencilla – dejando que Jesús crezca; si no vamos por este camino, no seremos santos. Sin embargo, si seguimos por este camino, todos daremos testimonio de Jesucristo, que nos ama tanto. Y daremos testimonio de que, a pesar de que somos pecadores, la Iglesia es santa. Es la esposa de Jesús", afirmó Francisco.